La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

No olvidemos que las grandes revoluciones como la de Túpac Amaro y Pumacahua son de la Sierra del Sur; no olvidemos que en los años _mis– mos en que ya Lima vive conspiraciones se levanta Tacna, es la subleva– ción de Huánuco, y se vive el movimiento de Tarapacá, y hay inquietudes en Arequipa y Huamanga, sin mencionar la valiosísima participación del norte peruano, de Nepeña a Chancay, en los días precursores ya inmedia– tos a la llegada de San Martín. Y la "visión nacional" de esos años pró– ceres se refuerza en el concepto de hombre peruano, de "gente peruana", en palabras de Túpac Amaro, fruto del nacimiento en nuestro país, sin distingo de raza o ubicación social, en la amplia gama de lecturas perua– nistas, y en el recuerdo de una vieja vida común. Y no hay que olvidar co– mo la Independencia Nacional es la "suma" de las "independencias" de las diversas provincias. De otro lado, sería deformante y sin apoyo documental, entender la Independencia como efecto de una egoísta afirmación personal o de cla– se, o como resultado de una esperanza de dominio de grupo. El contenido de la Emancipación en la mentalidad precursora es la actualización de la singularidad peruana. No sólo por las injusticias que se viven, por el hecho sustantivo del "ser peruano", proclámese el derecho a que la dirección del Perú pase a manos peruanas. Es la tesis de Alvarez, de Viscardo y de tantos más. Es cierto que en la República los grupos criollos y mestizos altos conducen al país, por múltiples razones -efecto de una situación direc– tora en lo profesional, social, económico-, mas no como fruto de una re– volución "hecha para ellos". De otro lado, no pueden desconocerse las preocupaciones de orden social que viven en los precursores libertadores -libertad en lo "econó– mico", ya comentada, los problemas de la esclavitud y del tributo, el caso de las labores manuales, sin mencionar el pensamiento americanista de Abad y Queipo- que alimentan la esperanza en una "vida mejor" en to– dos los niveles, que la República recibe entre sus manos con las respon– sabilidades y los objetivos que cada época propone. Y se refuerza la imagen peruanista total de nuestra Emancipación en la conciencia histórica del territorio que vive en nuestros abuelos remo– tos, quienes reclaman la reincorporación de Mainas y Puno al señorío peruano. Para ellos -para los peruanos de la edad precursora- el ma– pa del Perú -del virreinato de esos años- no es una simple demarcación administrativa indiferente, hay un vínculo serio entre el hombre y su país, su tierra, en ese vivir continuo de generaciones seculares, y en esa bella lucha por la unidad integradora de nuestra geografía recibida del Incario, que perfecciona el virreinato, y asume la República como una de las más entrañables tareas siempre en rumbo de perfección. El territorio es -de algún modo- obra de la historia. Bien se dice, y lo ha estudiado Víctor Andrés Belaunde con detalle -16-

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