La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo
no solamente en Lima -como puede indicarlo una absurda visión cen– tralista de nuestra historia de la Independencia- sino que en multitud de pueblos y ciudades peruanas aparece el testimonio de la familia que protege al agente patriota, o del pasquín que representa la inquietud revolucionaria o de la voz ya más pública de la conspiración o la revuelta (38). Es urgente pues, que abandonemos el culto exclusivo de los años de la guerra y dediquemos también preferente atención a los días pre– cursores, que nos prueban, mejor que ningún otro testimonio, cómo es antiguo el conocimiento de la comunidad peruana, cómo es intenso tam– bién el afán de estudio y el afecto frente a ella, y cómo el espíritu crítico y el afán reformista de esos años se actualizan en el descontento, en la protesta, en la angustiosa necesidad de un cambio esencial en la vida del Perú, y en la voluntad que quiere la vida singular de la comunidad _perua– na (39). Y éste es el objeto de las notas que presentamos. Cómo del tes– timonio de los precursores y dentro de las propias características de cada uno de ellos, hay en rigor un solo elemento común, el señalado: conven– cimiento de la realidad del Perú, conciencia de formar parte, de pertene– cer al Perú (40) inquietud por la reforma en unos, por la ruptura con España en otros. Mas la causa es siempre la misma: existencia del Perú. Porque el Perú existe, España no puede actuar frente a él como en la época antigua. España debe modificar su lenguaje y el tono de su go– bierno. Aquí, precisamente, nos hallamos frente al aspecto de mayor interés. No desconocemos los resentimientos, los errores en el gobierno, las in– comprensiones, los múltiples problemas humanos que espiritualmente disponen a la lucha. más, sí afirmarnos que todas estas realidades no explican a nuestro país y ninguna aislada ni todas en conjunto pueden (38) Para confirmar la visión nacional de la Independencia está no solamente el hecho de las conspiraciones y revoluciones en distintos lugares del país, sino que también debemos manejar la prueba de los subdelegados, intendentes y virreyes; las opiniones y exortaciones de los curas párrocos y de los obispos; las noticias so– bre deserciones, indiferencia de los pobladores, ánimo subversivo, que aparecen en las pruebas de Abascal y de Pezuela; las versiones que recogen los agentes de San Martín y sobre todo la antes citada declaración de José García; igualmente, el mencionado Archivo de San Martín donde se halla frecuente una visión total del Perú; la actitud de los pueblos y ciudades en los días de la expedición libertadora, y el mismo original tono -tan mal entendido por muchos- de la posición gue– rrera de San Martín. Prueba valiosísima, que sólo hoy conocemos en parte, se halla en la actitud de los pueblos cuando la jura de la Constitución de 1812 y al momento de la elección de los diputados a Cortes y en el reflejo de todos estos hechos y análogos en la vida de nuestros Cabildos. (39) No debemos olvidar la calidad del "acto volitivo", como lo subraya Hans Khan. Historia del nacionalismo, Méjico-Buenos Aires, 1949, realidad fundamental dentro del fenómeno del nacionalismo. (40) Como indicamos en la primera nota de este trabajo no hemos tenido en él intención exhaustiva -pueril en el estado actual de nuestras investigaciones- sino que hemos buscado las pruebas más interesantes entre las de los precursores, que no hablan de la razón de la guerra. 33 -
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