La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

con las ideas de la Ilustración a través del grupo limeño renovador. Su as– piración de obtener justicia social lo llevó a criticar aquellos planteamien– tos impropios y formas de gobierno que conspiran contra el mejoramien– to social del Virreinato. El¡rogresista doctor limeño y catedrático de la real y pontificia Universida de San Marcos José Baquíjano y Carrillo, de– fiende la idea de un gobernante criollo bajo la férula del monarca penin– sular. Preciso es recordar que su retorno de España coincide con la etapa en que Túpac Amaru residió en Lima. Una casa de la calle de Concepción fue el domicilio del célebre noble incaico, calle que ostenta una placa re– cordatoria. Hay indicios de la influencia que pudo tener el doctor limeño sobre el combativo Cacique. Sin embargo, vuelto al Cusco, Túpac Amaro modificará la tesis de los criollos limeños al enunciar la justicia y legiti– midad de que el Virrey que gobernaría el Perú debía ser un noble cus– queño. Por eso, con penetración de inquisidor dogmático, consideró el visitador Areche que en Lima el caudillo rebelde trató acerca de la rebe– lión con gente de elevada alcurnia y tuvo otros cómplices de menor im– portancia, recalcando al Virrey que si quería tener la sierra en paz debía previamente poner orden en Lima. La opinión del Visitador concuerda con las declaraciones de doña Micaela Bastidas durante el proceso segui– do contra los rebeldes, al decir que en Lima "le abrieron los ojos a su es– poso". Esta posición subsiste en los momentos iniciales de la tercera etapa, e irá gradualmente debilitándose. El caudillo la expone en sus cartas y, de manera especial, en la que escribió desde Chuquibamba al canónigo de la Paz, José Paredes (26-1-1781) a poco de levantar el sitio del Cusco. Aquí, mostrando su metódica adhesión a la iglesia, critica los excesivos impuestos, se burla del pretendido valor de las tropas enviadas desde Li– ma y recalca la incalificable parcialidad de los tribunales reales en la ad– ministración de justicia. Casi parece una pieza actual. Muy importante es recordar su audaz propuesta de llegar a un mutuo acuerdo con el monar– ca español para gobernar el Perú a cambio de una retribución económica que entregaría igual en su monto a la que podía obtenerse de los Corre– gidores, propuesta que literalmente dice: ''Tengo hecho Informe a su Ma– gestad representando mi designio y prometiéndole adelantar otro tanto de lo que deben los ladrones del Reyno; y Vuecencia crea que así me mantendría en paz y quietud, y que repararán en cosas de Dios con la adoración debida, sin tener muchos Dioses Corregidores ni Ministros que con capa de Su Magestad hostilizan más a los miserables. Todo esto se ha procurado por mi parte, ser mi obligación hacerlo por último Descen– diente del Rey último del Perú, y sus herederos", alusión a su antepasado el último Inca Túpac Amaru, ajusticiado por el Virrey Francisco de To– ledo dos siglos antes, en la misma plaza que sería teatro de su cruento sa– crificio. Tan característica finalidad persiste en la carta que el Cacique, desde Tinta, escribió al visitador Areche (5-111-1781). Esta es un docu– mento táctico, donde Túpac Amaro trata de ganar tiempo para vigorizar sus tropas ante el ataque que comenzaba a desencadenar, con la ayuda de un poderoso ejército de Lima y de los más importantes Caciques, el mariscal de campo José del Valle y Torres. La carta fue contestada en for– ma sofística y prepotente por ese funcionario real siete días más tarde. En su texto, Areche increpa al caudillo, expresando que lo consideraba -43- 609733

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