La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo
de nuestro Virreinato y alude a la mayor extensión que tuvo el Perú in– caico antes de la llegada de los invasores peninsulares. Por otra parte, denuncia en forma tajante la usurpación de los monarcas españoles du– rante "cerca de tres siglos", la tiranía de los funcionarios, sus exagerados impuestos, protestando del trato de "bestias a los naturales del Reyno" dado por los invasores hispánicos. Apoyado en tan contundentes razo– nes, predica la lógica inobediencia a las autoridades reales, es decir la rebelión justa y necesaria. Tan radical pronunciamiento apenas queda mitigado y fuera sarcasmo cuando añade circunstanciales promesas de pagar el Diezmo y la Primicia a la Iglesia y el Tributo y el Quinto al Rey. La reivindicación de su derecho a gobernar estaba ya tajantemente re– presentada en la iconografía suya. El retrato en su caballo blanco -des– graciadamente perdido- con vestiduras reales, pintado por el zambo libre cuzqueño Antonio Oblitas*, trae una nueva prueba más de la tesis sostenida por Areche sobre el deseo de Túpac Amaru de separar al Perú de España y proclamarse Rey independiente. Se confirma esto con otro testimonio, el del esforzado jefe tupacamarista Tomás Parvina cuando manifiesta haber remitido un "informe a su Magestad el Inga Don Jo– sé Gabriel Túpac Amaru". El separatismo del caudillo florece plenamente en los decisivos días del mes de abril, durante la etapa de sus combates entre Checacupe y Combapata contra el poderosísimo ejército realista al mando del maris– cal de campo José del Valle, principiando a descubrir su plan de tomar como nuevos centros de lucha a las poblaciones de Azángaro y Puno y continuar de manera indefinida la guerra libertaria. Su indesmayable fe en el triunfo final se ratifica aún en los momentos de mayor abatimien– to. Por ejemplo, cuando Túpac Amaru intenta sobornar al centinela de su prisión, afirmando que si salía de la celda dominaría la ciudad del Cusco gracias a la decidida ayuda de sus partidarios, que sólo esperaban la presencia suya para contraatacar y obtener una indudable vic_toria. La búsqueda de justicia social, dentro de una férrea estructura polí– tico-absolutista, dominada plenamente por el principio de autoridad, lo lleva a la lógica consecuencia de buscar la independencia total del Perú. Porque sólo un país políticamente dueño de sus decisiones haría posible que esa justicia social pudiera ser alcanzada. Y esta visión del prócer y precursor de nuestra independencia plena, José Gabriel Túpac Amaru, que fue planteada en el Perú del siglo XVIII, se vio sólo en parte cumpli– da con la promesa histórica del 28 de julio de 1821 y el concreto triunfo de Ayacucho 9 el de diciembre de 1824 y tiende recién a realizarse plenamente, incluyendo la vigencia triunfal de la justicia social en el Perú de hoy. Túpac Amaru no es pues un simple recuerdo histórico, sino un hecho presente del cual somos partícipes. Por esto, recordar al pre– cursor por antonomasia de la libertad es ayudar al Perú que estamos vi– viendo, a su engrandecimiento y modernización. El pasado, el presente y * El indio Simón Yainacancha pintó otro retrato, ya desaparecido en 1781, que debía ser llevado al Alto Perú. (Véase "El retrato de Túpac Amaro" por C. D. Valcárcel.) -45-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx