La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo
ma Europa, acciones revolucionarias, proyectos subversivos, entusiasmos americanistas e incanistas y hasta es, mucho más tarde, bandera de cau– sas completamente distintas a las que conoció y por la's que luchó en su propia peripecia vital. En fin, la acción precursora puede ser positiva y puede también ser negativa; más precisamente, puede ser directa o indi– recta, coadyuvante o reactiva. Es el caso de la expulsión de los jesuitas en 1767. La expulsión crea una crisis en la Iglesia hispanoamericana: la clase dirigente educada por los jesuitas en una cierta mentalidad, los gru– pos campesinos que trabajan en las propiedades jesuíticas de nuestra cos– ta, las más prósperas explotaciones agrícolas, sufren un cambio de direc– ción; los jesuitas son improvisadamente reemplazados y más tarde, por ejemplo, se da la posibilidad del acceso de un clérigo con la mentalidad de Rodríguez de Mendoza al flamante Convictorio de San Carlos desde el cual realiza una amplia y trascendente reforma pedagógica, cuyo con– tenido habría que confrontar con los planes pedagógicos de nuestro Pablo de Olavide en Sevilla, algo anteriores. Por otro lado, la expulsión reune en Europa, sobre todo en el norte de Italia, a un numeroso contingente de exjesuitas americanos, desterrados que viven en condiciones difíciles, que alimentan su nostalgia con afanes subversivos, que tienen un explicable espíritu de revancha frente a la corona española, que descubren, por las condiciones mismas de su trasterramiento, un nuevo panorama ideológi– co. Se explica así el caso de los jesuitas revolucionarios como Juan Pablo Viscardo y Guzmán y Juan José Godoy y el hecho innegable, aunque aún discutido, de la acción revolucionaria de los jesuitas en los últimos dece– nios del XVIII y en los primeros años del XIX en Europa y esa literatura jesuítica americanista del XVIII, que rezuma el humanismo europeo y es– pecialmente italiano (estudiado por Miguel Batllori S.J.), que hace alarde de su espíritu criollo. El fenómeno precursor es, pues, polivalente y multifacético. Existe, es evidente, no cabe negarlo. Cabría, claro, determinar los hitos crono– lógicos dentro de los cuales podemos considerar a un personaje o a un planteamiento ideológico o a una acción política concreta como fenóme– nos precursores de la Independencia. Si aplicamos la definición etimoló– gica de la palabra precursor, del latín praecursor, que precede, que está delante, que profesa o enseña doctrinas o acomete empresas que no ten– drán razón ni hallarán acogida sino en tiempo venidero; si recordamos que el precursor por antonomasia es Juan Bautista, el que nació antes de Cristo y anunció su venida, entonces tendremos una comprensión cabal del término y lo podremos aplicar correctamente a este tiempo de nues– tra historia. ¿A qué se adelantan los precursores en nuestro caso? Al he– cho mismo de la Independencia, de la separación política de España. Aun– que cabrían muchas precisiones y matices, puede decirse que ella se al– canza, simbólicamente, con la proclamación de San Martín en la plaza principal de Lima el 28 de julio de 1821; o, mejor aún, el 15 de julio del mismo año en que el Cabildo abierto, expresión de la soberanía, jura la Independencia y suscribe la célebre Acta. Aunque, desde luego, antes de esas fechas y después de ellas, se ha proclamado ya la Independencia y se seguirá proclamando en otros territorios del Perú. En fin, la Indepen– dencia tendría dos estaciones fundamentales: a) una etapa preparatoria o precursora y b) una etapa guerrera, militar, que precipita los ~conte~i- -49-
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