La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

mientos y antecede inmediatamente a la proclamación de la Indep 7 nde!1- cia. Podríamos, pues considerar que en este período de nuestra h1stona el tiempo precursor es el que antecede a la guerra y que ella se inicia, for– malmente, con el desembarco del Ejército Libertador en Paracas, en sep– tiembre de 1820. Esquematizando un poco, con todo el artificio didáctico de los esquemas, que es inevitable y hasta conveniente, podemos decir que la etapa precursora es la anterior a 1820. Es una hipótesis de trabajo; ca– ben discrepancias y rectificaciones. Pero ordenaremos la materia que nos toca desarrollar dentro de ese esquema muy sucinto. Todo lo anterior a 1820 podrá ser, pues, precursor, en la medida en que sea, no solamente previo sino también preparatorJo. La Independencia como proceso vital Cabe otra reflexión general antes de introducirnos en nuestro tema concreto de los movimientos y conspiraciones del siglo XIX: La Emanci– pación es un proceso, la biografía de un ideal, de una causa, de un sen– timiento. Esta biografía está íntima e indiscerniblemente trenzada con otras biografías: las concretas y personales biografías de los hombres que realizan ese ideal, que lo viven, que lo alcanzan. Por debajo de todos los esquemas, de todas las ordenaciones más o menos arbitrarias de los he– chos históricos, está esa realidad permanente que constituye lo realmen– te histórico: un hilo continuo, un proceso, una secuencia cuyas estacio– nes, hiatos, involuciones y saltos podrán descubrirse al nivel de los suce– sos externos pero sólo se comprenden penetrando en la conciencia misma de los hombres que viven ese proceso, en su biografías, en los testimonios de sus vidas, con todo lo que ellas pueden tener de impenetrables, miste– riosas, enigmáticas y hasta absurdas. Es este un factor que el historiador y el profesor de historia no deben olvidar para no caer en el recurso fácil y engañoso del esquematismo, que confiere a los procesos históricos una secuencia ideal, una progresión inalterable, una lógica aplastante, que desde luego no existen en los vericuetos del real acontecer humano. Con estas explicaciones de carácter general podemos iniciar ya el desarrollo de nuestro tema: la trascendencia de los movimientos precur– sores del siglo XIX, su significado en el proceso emancipador. Afinidades y diferencias entre los movimientos del XVIII y del XIX Lo primero que cabría establecer es la afinidad y la diferencia de es– tos movimientos del XIX con los anteriores, los de la segunda mitad del XVIII. Es también una convención que señalemos la rebelión de Túpac Amaro como el inicio, simbólico si se quiere, de la Emancipación; hecho en el cual revierten y confluyen todas las tendencias, todas las fuerzas e inquietudes de cambio y transformación hasta ese momento más o me– nos dispersas y difusas y que a partir de entonces comenzarán a adqui– rir cohesión y consistencia hasta llegar a los estadios más nítida e ine– quívocamente emancipadores. ¿ Cuál es la semejanza o la diferencia sus– tancial entre los movimientos del XVIII y los del XIX? Recordando lo que dijimos hace un momento, no sería propio señalar una diferencia abismática entre unos y otros. Por lo pronto la línea de separación no es -50-

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