La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

La historiografía nuestra, sean Paz Soldán, Rebaza, Leguía y Martí– nez, etc., incorpora al norte peruano en el tema de la Independencia a partir del arribo de San Martín a nuestras costas, con ligeras alusiones a acontecimientos anteriores. Falta en verdad investigación del tema en los archivos locales. Por ejemplo, don Luis Antonio Eguiguren, benemérito de la exhumación documental, da noticias de primera mano en los dos grue– sos volúmenes suyos titulados Hojas para la Historia de la Emancipación del Perú (Lima, 1959) y en base al Archivo de la Audiencia de Lima so– bre juicios seguidos a sospechosos de "infidencia", como entonces se. de– cía. Se refiere concretamente a tumultos en Lambayeque y Otuzco en 1804. Asimismo el nutrido Epistolario de Paz Soldán, que se guarda en la Biblioteca Nacional y sirvió a don Mariano Felipe en la elaboración de su Historia del Perú Independiente, proporciona datos sobre actividades pa– triotas en todo el norte del Perú, complementarios de los Anales de Nico– lás Rebaza (que acaba de reimprimirse) o la aún inédita Historia de Le– guía y Martínez. Esas fuentes permiten hablar de movimientos patriotas en todo el norte peruano, antes de 1820. Pero sin embargo lo que se cono– ce claramente, lo que ha pasado a los textos de difusión y se enseña en nues.ltras aulas es que, a diferencia del centro y del sur, en el norte la causa patriota no tiene antecedentes muy notorios en la etapa precur– sora pero en cambio se adelanta al resto del país a partir de ese año en el hecho de la jura y proclamación de la Independencia; como si en esta re– gión se hubiera intentado recuperar el tiempo perdido. Sea 1'a influencia de los cruceros de Cochrane; sea la repercusión y resonancia del movi– miento de Guayaquil, de octubre de ese año; sea la actividad de los envia– dos de San Martín o la conexión eficaz de los grupos patriotas del norte con el ejército libertador, el hecho es que todo el norte jura la indepen– dencia antes que Lima y el resto del país: Lambayeque y Trujillo en di– ciembre de 1820, Piura en enero de 1821, Cajamarca, Tumbes, toda la re– gión, antes de julio de ese año. En síntesis, pues, podemos decir que los movimientos peruanos del XIX son constantes y abarcan todo el territorio del Virreinato. Hay una excepción, un hecho concreto que hace distinto el proceso pe– ruano al del resto del continente; un hecho que ha contribuído pesada– mente a formar una cierta leyenda negra peruana de la Independencia y que determina esa especie de complejo de inferioridad que aún padece– mos frente al tema: en Lima, en la capital del Virreinato, ningún movi– miento triunfa, ni siquiera episódicamente, como ocurre en el Cuzco. En Lima no se forma y casi no se intenta formar una Junta autónoma, como en el resto de las capitales hispanoamericanas (en otra ocasión habría que reseñar la actitud y la mentalidad jurídica de los miembros del Cabildo limefí.o de entonces, cuyas actas he revisado). No hay en Lima, en fin, un intento serio de deponer al Virrey Abascal. Las razones de este cuadro son muchas y no se ignoran: Lima tenía razones económicas, políticas y so– ciales para que en ella asumiera un papel preponderante el bando o par– tido fidelista. En Lima está lo mejor del poder militar español, o estaba en zonas que rápidamente podían controlar Lima. Por eso en el momento de la crisis política en Lima se forman dos bandos muy nítidos: uno pa– triota, inicialmente minoritario, el de Riva Agüero, Vega del Ren, Diego - 56-

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