La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

de Aliaga, Sánchez Carrión y ese conjunto vario y representativo de cléri– gos, frailes, "pendolistas", carpinteros, panaderos, libreros, funcionarios, escribanos, amanuenses, militares, colegiales de San Carlos, extranjeros, etc., al que ya me he referido; el otro bando o partido es el liberal, auto– nomista y fidelista, también llamado, por Riva Agüero y Osma sobre todo, partido peruano-español, que era más importante por la fuerza e influen– cia de sus componentes: Unanue, Baquíjan.o y Carrillo, Villalta, Cisneros, Calatayud, etc. Es decir, los hombres del Mercurio que quince años atrás han predicado las reformas, el americanismo y el peruanismo cultural y ahora propician las libertades de Cádiz dentro de la unidad del imperio. Con el avance de los acontecimientos esa situación va a variar. A partir de 1814 y de la increíble reacción absolutista de Fernando VII luego que termina su destierro en Valencay y de que plantea su ''pacificación" de América por la fuerza de las armas, pues ese bando autonomista y fide– lista irá decreciendo violentamente y, en cambio, el bando patriota y se– paratista irá acreciendo sus fuerzas porque muy pocos mantendrán la. idea de unas conquistas políticas, de unas reivindicaciones americanas, dentro del régimen de Fernando VII. Pero debe quedar muy claro que el bando patriota o separatista (habría que precisar que no eran antipa– triotas, sin más, los del otro partido) existió desde el comienzo y que actuó incansablemente aunque no obtuviera éxitos muy ostensibles. Por ejemplo, es muy interesante resaltar el hecho, al que me he re– ferido, de que los patriotas del interior del país siempre o casi siempre intentan conectarse con los de Lima. Para este tema el estudio del Archi– vo y de las Actas del Cabildo de Lima, es esencial. Esperemos que estos testimonios, realmente fundamentales, se incorporen al corpus que pre– para la Comisión Nacional del Sesquicentenario. En la documentación que publiqué sobre Vega del Ren, a la que ya he aludido, hay piezas que tratan de los intentos de Angulo, Pumacahua y el cura Arce, cuando el mo– vimiento toma Arequipa, de conectarse con el Cabildo constitucional de Lima, cuyo alcalde es precisamente Vega del Ren. Los casos similares se repiten, aunque no están suficientemente estudiados. En fin, la leyenda antilimeña en la Independencia no puede sostener– se fácilmente. El partido fidelista tuvo aquí proporciones mayores que en otros sitios (sobre el tema es muy útil la consulta del trabajo de Arman– do Nieto Vélez S.J., Contribución a la historia del fidelismo en el Perú. 1808-1810, Lima, Publicaciones del Instituto Riva Agüero, 1960) pero la actuación del grupo patriota fue también importante y no ha sido exhaus– tivamente estudiada. En síntesis, podemos concluir que los movimientos del XIX tuvie– ron una extensión y continuidad mayores a las que corrientemente plan– tea la historiografía, a tal punto afectada por la ausencia peruana de una Junta autónoma en Lima o de una figura prócer comparable a las de los países vecinos que incluso Paz Soldán arranca su Historia del Perú Inde– pendiente con la llegada del Ejército Libfrtador. En cuanto a extensión, repetimos, los movimientos abarcan casi to– do el territorio del Virreinato. En cuanto a continuidad, las fechas de los - 57-

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