La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo

movimientos la expresan claramente. Parecería, sin embargo, que se pro– duce un receso en 1815 y 1816. Pero eso se explica por circunstancias ge– nerales del imperio español y de la metrópoli que repercuten no sólo en el Perú sino en toda Hispanoamérica. El receso aparente se explica por la crudeza de la represión militar española, por el arribo de refuerzos bélicos, por la reacción absolutista, la concepción pacificadora de Fernando VII, la eficacia de la arremetida contrarrevolucionaria de Abascal, precisamente desde nuestro territorio y con importantes contingentes de tropas peruanas, especialmente del Cuzco, de tal modo que en esos años apenas quedan los focos revolucio– narios en Buenos Aires y Caracas y en cambio concluye el período llama– do de "la patria vieja" en Quito, Santiago, el Alto Perú. Son los triun– fos realistas del peruano Goyeneche -expresión máxima del fidelismo en nuestro Virreinato-, de Pezuela, Ramírez, Valdés, La Serna, Canterac, Osorio, etc. A pesar de todo ello la causa patriota sigue su camino arduo, a veces incierto, heroico y benemérito. Llegan a las prisiones limeñas y a las ca– sas-matas del Callao los patriotas derrotados en el Alto Perú, pero siguen las conspiraciones, las rebeldías, los juicios por "infidencia". Hay en ese período de 1814 a 1820, bajo la aparente paz impuesta a sangre y fuego, una creciente movilización subterránea, un crecimiento de la causa pa– triota. Mucho queda aún por investigar sobre el tema. ¿ Qué se sabía, por ejemplo, de conatos sediciosos en Arequipa en 1817, en los cuales apare– cen envueltos el capitán de milicias Manuel Rivero, D. Mariano Moscoso y D. Mariano Rodríguez, presentes cuando se les juzga, y Alejandro Odrio– zola, Urbano Gamio, Pedro Delgado, Ignacio Escobedo y otros varios, ausentes? En verdad el clima de conspiración es cotidiano, subterráneo, pero constante. Hubo explicable interés español en disminuirlo en los docu– mentos oficiales y públicos. No es precisamente la Memoria del Virrey Abascal (Sevilla, 1944, 2 tt.) la que nos va a dar la pista para conocer conspiraciones frustradas. Pero en cambio el Diario del Virrey Pezuela (Sevilla, 1947) escrito con intención muy distinta de las memorias, ese sí nos trasmite la íntima preocupación del Virrey, nos comunica el "clima'· verdadero que viven las autoridades españolas ante una situaci6n cada día más grave. Para este tema del ambiente limeño y en general peruano en los días de Abascal y Pezuela, interesa mucho, por su posible objeti– vidad, el testimonio de los viajeros. Hace poco he publicado uno de un viajero ruso (Un testhnonio sobre el Perú en 1818 en la Revista Históri– ca, Lima, XXX, 1967); es el de un distinguido marino, el capitán Va– silii Galovnin que viene al mando de la Kamtchaka. No sólo proporciona datos que nos permiten reconstruir el ambiente, sino que adelanta juicios y vaticinios sobre la legitimidad, inminencia e inexorabilidad de la eman– cipación de nuestros países. En fin, diremos concluyendo con el tema de los movimientos precur– sores de la Independencia en el siglo XIX, que queda aún mucho por investigar; mucha documentación publicada que debe sustanciarse e in– corporarse a los textos y a las explicaciones en el aula escolar. -58-

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