La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo
En segundo lugar, quisiera decirles que caben muchos enfoques del tema, muchas explicaciones, porque el fenómeno es complejo. Hay in– tentos de encerrar todos los hechos, tan variados y dispersos, en un esque– ma rígido; de verlo todo a través de un prisma excluyente. Creo que es un error. La historia es la comprensión del pasado; de todo el pasado, con sus aparentes o reales contradicciones y enigmas, sus conflictos de con– ciencia, sus avances y sus involuciones, sus luces y sus sombras. La his– toria, no lo olvidemos nunca, es el hombre mismo que se realiza en el tiempo. No simplifiquemos las cosas por rígidos ideologismos que con– ducen, insensiblemente, a posiciones sectarias. La última reflexión es acerca del carácter nacional y revolucionario de nuestra Independencia. Fue nacional porque en ese movimiento, en esa causa, estuvieron in– volucrados y comprometidos todos los peruanos, cualquiera fuera el ban– do que tomaran; no fue un fenómeno ni marginal ni secundario; conmo– vió a todo el país, a toda la comunidad nacional, con grados de inten– sidad y matices, cualesquiera fueran las circunstancias diferenciales. Se dice que son sobre todo criollos y criollos de la alta burguesía los que asumen el movimiento y los que más directamente se benefician de él. Eso es cierto sólo en parte. En todos los movimientos hay, desde Túpac Amaro hasta Riva-Agüero, elementos mestizos, criollos, indígenas y has– ta peninsulares. Y no fueron precisamente criollos de la alta burguesía, sino mestizos de raigambre y procedencia popular, con una o dos excep– ciones, los caudillos militares que gobiernan el país los sesenta primeros años de la República. Es cierto que la emergente burguesía criolla des– plazó a la nobleza virreinal y a los funcionarios peninsulares, pero no fue ella la única beneficiaria de ese desplazamiento; de todos los grupos étni– cos, de todos los sectores sociales, de todos los niveles económicos surgie– ron elementos en la formación del nuevo Estado, de la flamante Repúbli– ca. Hubo un sincero afán de integración nacional; un afán que en parte pudo frustrarse, una tarea que en parte está incumplida. Acaso el hecho de que se produzca una nutrida e interesante literatura en quechua y hasta que se haga uso de sugestivas reminiscencias incanistas, no sólo en el Perú, también, por ejemplo, en el Congreso de Tucumán en 1816, prue– ba este intento de incorporar a todos a la causa patriota. En fin, se trata de una verdadera revolución porque se propone un cambio, un cambio profundo, rápido, que incluso por las circunstancias tiene que ser violento, resultado de una guerra cruenta. Se dan, pues, todas las características de una verdadera revolución. El cambio es rá– pido, no se opera de modo evolutivo, a un tempo pausado. Es profundo: se propone la total ruptura del vínculo político con la metrópoli europea; se propone crear un nuevo Estado, independiente, soberano; se propone también, aunque en esto no haya unanimidad, implantar una nueva for– ma de gobierno, la republicana, que rompe una tradición trisecular; y to– do esto dentro de un espíritu, una mentalidad política, también distintas, en el clima de la Ilustración europea y del liberalismo político irradiado por la Revolución Francesa. En este sentido las metas esenciales de la re- - 62 -
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