La independencia nacional conferencias dictadas por encargo de la cnsip segundo ciclo
otros de menor importancia, ostenta raíces fáciles de señalar. Digamos en el proceso que estamos estudiando, el desembarco de San Martín en Paracas o la toma de Lima por el Libertador argentino, obedecen a un cuadro de antecedentes. Todos los oyentes conocen muy bien el proble– ma y han estudiado cuanto debe llamarse el desarrollo gradual de la idea de la independencia en el pueblo peruano; habiéndose fijado un pun– to de partida por la Comisión Nacional del Sesquicentenario, el cual 'retrocede en el tiempo hasta la revolución de Túpac Amaru. Sin em– bargo, la existencia de una complejidad de circunstancias, moviendo a los fenómenos político-sociales que forman la trama de la existencia de los pueblos, no permite señalar con precisión a cuántas causas obede– cieron esos fenómenos; siempre nos quedamos cortos en el cómputo de precedentes. Es que la vida de los pueblos es múltiple como los hilos de la más tupida trama. El mismo comienzo con Túpac Amaru a modo de génesis, cae en el terreno de la controversia, porque no hay un punto fijo y determinado a fin de empezar lleno de seguridad el origen de las ideas emancipadoras; solo el reguerimiento de una iniciación teórica nos ha llevado a optar por ese varón extraordinario, campeón y mártir de una idea, mostrándonos una claridad en medio de la noche de horror que cayó sobre sus ojos. Veámos el caso de la Marina. El Perú tuvo por más de dos siglos la hegemonía naval en este lado del Pacífico y, entre las colonias hispanas de América, fue a la cabeza en cuestiones marítimas. La Marina colonial peruana contó en sus naves con muchos Oficiales criollos y casi la tota– lidad de sus tripulaciones fueron reclutadas en nuestra costa. Del Callao zarparon barcos a navegar los mares poco explorados, visitando la Ocea– nía, el Estrecho de Magallanes, las Galápagos, el N. de Australia, etc. Con nuestro dinero y nuestras naves defendimos estas aguas de corsa– rios, filibusteros y bucaneros. El Perú presencia todo lo marítimo y to– ma parte en ello; recordemos esa nomenclatura de naos, galeras, cara– belas, galeones, frag_atas, corbetas, bergantines, etc., con arqueo de 40 a 900 toneladas y artillería -de todos los calibres. Muy dilatado sería la re– petición de todas las expediciones de contrabando a grande escala rea– lizada sobre nuestros puertos, ello constituyó el denominado comercio ilícito, el cual hizo impacto y fue posible que nos ensefiara ciertas no– ciones de equidad y justicia, por supuesto desde el punto de vista crio– llo, no siendo extraño al efecto, la influencia de los navíos de permiso. Existe otro factor, dándonos un tono especial en América y se basó en la creación de un centro de preparación náutica. El Conde de Alva de Liste en 1657, establece la Academia Náutica en el Hospital del Espíritu Santo (el actual Santuario de Santa Rosa en la Avenida Tacna); el ci– tado Virrey había conocido en Méjico al notable matemático limeño Francisco Ruiz Lozano, a quien protegió, incorporó a su familia y lo trajo al Perú; ·fue Lozano el primer Director de la citada Academia. No alcan– zó a vivir mucho el centro de instrucción abierto por Alba de Liste y en virtud de Real Orden de l'? de noviembre de 1791, siendo Virrey Gil de Taboada y Lemus, se funda ne 1794 la nueva Escuela Náutica o Academia de Pilotaje, cuya dirección encomendó al después Capitán de Navío de la Real Armada Agustín Mendoza y Arguedas, natural de Moquegua, Ca– ballero de la Orden de Santiago. El local de la Escuela estuvo en el mis- - 65-
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