La Marina, 1780-1822

con cautela y disimulo, pues Gran Bretaña y España eran aliadas en la lucha contra Napoleón Bonaparte. Al necesitar en noviembre de 1807 la familia real portuguesa abandonar Portugal y establecerse en Brasil, por la invasión de las huestes napoleónicas en tierras lusitanas, la Casa Real del Portugal cruzó el Atlántico bajo la protección de naves británicas. En mayo de 1808 una nueva estación naval británica, la de Amé– rica del Sur, instala su base en la rada de Río de Janeiro y así se hizo común que los buques de guerra británicos recorriesen las rutas marítimas de Sudamérica, tanto en el Atlántico como en el Pacífico. El gobierno de Madrid tuvo que aceptar tal situación para proteger a su Imperio Americano de los buques de guerra y corsa– rios franceses, que en esta vuelta ocuparon el puesto de los ingleses en sus ataques contra la navegación española. Tenían los ingleses el más vivo interés en el viejo Imperio Es– pañol, verdadero El Dorado de los europeos por siglos; al extremo que aún hoy día, las palabras Perú y México contienen resonancias de grandes y fáciles riquezas. Decidieron no descuidar unos terri– torios que se mostraban tan promisores para su comercio y fuentes de materias primas para alimentar y acrecentar su industria. Y a en esos años de 1808 y 1809, la experiencia del comercio brasileño– británico había dado resultados muy satisfactorios para ambas partes. La marina británica se hallaba en el cenit de su gloria. La ca– pacidad y valentía de sus hombres había quedado demostrada el 21 de octubre de 1805 en la jornada de Trafalgar. A esos marinos confiaría Gran Bretaña sus intereses en América del Sur, donde ac– tuarían, más que como guerreros, como avanzadas de la diplomacia y del comercio de su patria. Entre aquellos hombres tan seleccionados, uno de los jefes de la estación naval sudamericana fue nada menos el Comodoro Sir Thomas Hardy, el comandante del buque-insignia de Nelson en Tra– falgar y su oficial de mayor confianza. Esos hombres tendrían que dar cuenta de sus actos a sus supe– riores y, también, informar de la situación naval, militar, política, económica, social y demás aspectos de los países en los que cumplían su misión. La importancia de esta documentación es obvia. Los primeros en publicar una selección de esos papeles fueron los profe sores Gerald S. Graham y R. A. Humphreys, de la Universidad de Londres, bajo el título de The Navy and South America. 1807-1823. Correspondence

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