La Marina, 1780-1822
LA MARINA 5 ¡Doc. 3) [DE REDHEAD A W. BOWLESJ Salta, 16 mayo 1817 Mi estimado señor: Desde mi regreso de Tucumán un número de inevitables cir– cunstancias me han privado del placer de escribirle. A veces he estado ocupado en preparar mi huida de los españoles, en otro confinado a mi cama; y casi constantemente sin una hoja de papel. Dos o tres días después de mi llegada a Salta, el enemigo lanzó un ataque inesperado e ingresó a esta ciudad con cerca de 2,000 hombres. Su objetivo no era bien conocido, y creo que no ha sido otro que el de tomar provisiones, pues estaba en tal estado de hambruna que algunos de sus soldados se desmayaron al lle– gar a la población. Se dispersaron de inmediato entrando a las casas o violentando las puertas en busca de algo de comer. Este desorden estuvo acompañado de algunos excesos, aunque no igual a Jo que se ha dicho, ya que se esparció un rumor de que habían ...muerto a un número de personas y aun mujeres. Miguel Zenna– rusa y Zepeda fueron las únicas personas muertas además de un gaucho (un campesino armado) que en lugar de retirarse se les quedó mirando en el medio de la calle - es cierto que hicieron otra cosa a algunas mujeres pero no he oído que alguna haya muerto. Dos o tres días después de su llegada hicieron una salida en número de cerca de mil hombres, recorriendo Cerrillos, Baña– do, Chicuana, Rosario y regresando de nuevo a Salta. Supongo que en busca de ganado y harina, puesto que trajeron varias mulas con aparejos. Estas regresaron cargadas con muertos y heridos. Güemes acaba de recibir una provisión de municiones desde Tucumán, porque cuando nos retiramos al Bañado el 16, todo nuestro stock completo consistía de una caja de 1000 car– tuchos. Los españoles perdieron cerca de 200 hombres (según me he enterado desde que regresé aquí) y entre ellos Sardina, el Comandante General de su caballería, un buen oficial y un hom– bre universalmente querido en el ejército. Nosotros perdimos a Leytes muerto en el Bañado y dos o tres infernales (así era lla– mado un regimiento de húsares) con cuatro o cinco gauchos he– ridos. No crea que imito los informes oficiales de Europa, en los cuales las pérdidas del enemigo son siempre exageradas y vi– ceversa. Lo que yo digo es literalmente el caso, y que no causa sorpresa a aquellos que han visto el modo de pelear de los gau– chos. La realidad es que el enemigo gastó su munición y fueron
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