La Marina, 1780-1822
258 CAP. DE NAVIO JULIO J. ELIAS se destruyó. Fue salvado el efectivo hasta la suma de 120,000 pesos, pero según entiendo sólo parte de los artículos británi– cos serán recuperados. El Vice Almirante izó entonces su insig– nia en la O'Higgins. Desde entonces el Capitán Wilkinson, de la San Martín, los oficiales y tripulación han sido juzgados por una corte marcial por la pérdida del barco y por supuesto fueron absueltos porque el Comandante en Jefe estaba a bordo y reci– bían órdenes de él. Antes de la llegada del Vice Almirante, el Comodoro Fors– ter de acuerdo con el Gral. San Martín, el Virrey y el General español La Mar, había dado su consentimiento para que los bar– cos británicos Lord Lyndoch y Saint Patrick dejaran el puerto del Callao, en lastre, con permiso para que el Lord Lyndoch em– barcara tantos pasajeros, civiles, como pudieran obtener pasa– portes, y había ya algunos embarcados, uno de ellos el Gral. O' Reilly del servicio español, quien estaba bajo palabra de honor al haber sido hecho prisionero por el Gral. patriota Arenales en el mes de diciembre último. Pero el día que llegó Su Señoría, le comunicó al Capitán Hall, entonces aquí en la Conway, que él no permitiría que esas naves salieran, a pesar de los arreglos anteriores, e informó personalmente a los capitanes que los hundiría si intentaban salir. Las dos naves fueron por lo tanto obligadas a permanecer dentro de la zona de las cadenas que ce– rraban el puerto, exponiendo a la tripulación al fuego cruzado de los Castillos y la escuadra patriota hasta la tarde del 24, cuan– do el Vice Almirante con sus cañoneras atacó a las embarcacio– nes e incendió dos cascos viejos a proa del Lord Lyndoch y Saínt Patrick, los capitanes soltaron las amarras y con gran dificul– tad escaparon del peligro de que ardieran sus barcos; poco des– pués fueron ocupados por orden del Vice Almirante. Lamento extremadamente agregar que el Sr. Thomas Fairborn, Capitán del Saint Patrick, fue seriamente herido esa noche y se teme que mortalmente. . Las razones dadas por Su Señoría para la detención de es– tan naves, son: la ruptura del bloqueo general (que no he admi– tido en mi correspondencia con el Gobierno chileno), el comer– ciar con las colonias de los enemigos de Chile y la sospecha de tener propiedad española a bordo en forma de dinero, pero ten– go el placer de decir que he conseguido que Su Señoría los libere. Las naves Wellington y Colonel Allen también han sido cap– turadas por la escuadra chilena. Había en este caso buenas ra– zones para su detención. La primera escasamente puede ser re-
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