La poesía de la emancipación
LA POESIA DE LA EMANCIPACION XV Libertadora, la reacción realista del Virreinato de La Serna, la en .. trada austera de San Martín en Lima, la proclamación solemne de nuestra Independencia el 28 de Julio, la explosión del Himno Na– cional y de las vibrantes canciones patrióticas, el Protectorad0 de San Martín, la indecisión de la etapa política de Torre-Tagle, el Con– greso Constituyente y Riva-Agüero, la ansiada llegada del Liberta– dor Simón Bolívar, la exaltación de los triunfos decisivos de Junín y Ayacucho, la resistencia tozuda e inútil del Brigadier R.odil en el Callao. Y por fin, como un complemento que podría haber queda– do fuera, pero que tiene la atracción especial de revelar los prime· ros pasos de la República independiente y de la pacificación de los espíritus, algunas muestras poéticas de lo que pensaron, de lejos o ae cerca, Bello o Heredia, Pando o Felipe Pardo. Por cierto que en una recopilación formada después de siglo y medio es inevitable que haya muchos vacíos. Falta, por ejemplo, algún recuerd.o del movimiento heroico y precursor de Francisco Antonio de Zela en Tacna. Pero aparte de que las represiones de la época, la brevedad de ciertos estallidos, o el frecuente extravío de manuscritos u hojas sueltas pueden explicar esa falta de textos, lo evidente e!> que la Poesía sigue y enmarca a la Historia en ese com· bate emocionado por la independencia externa y por la libertad interior del Perú. Las primeras manifestaciones son, por lo común, poesías anó– nimas; y esto no sólo por razones de cautela política, o por las cir– cunstancias de su improvisación, sin.o también por las costumbres literarias de entonces. Pero a medida que se va definiendo el pro· ceso, y que como se aclara la política se depura y se cuida el estilo, los poetas ponen sus iniciales y lueg.o se complacen en lucir su nombre propio. Puede decirse que, proclamada la Libertad, casi no hay hombre culto, o político que requiera notoriedad, que no rinda tributo al canto poético, que no intente una marcha patriótica, o que no arengue a sus conciudadanos con el empaque de un tribuno en verso. Algunos de esos autores, de otro lado, aparecen en este volu· men en una posición ambivalente. Nos desazana ver a Felipe Lle. días o a José Pérez de Vargas, por ejemplo, que elogian casi con iguales términos al Virrey Pezuela, a San Martín y a Bolívar. Pero por encima de cualquier contingencia, o de cualquiera debilidad de arcilla humana, hay otra consideración más profunda y más alta: la marcha irreversible hacia la liberación, la rápida evolución de
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx