La rebelión de Túpac Amaru
LA REBELION DE TUPAC AMARU 253 quando ya se oyó el rumor insolente de la revelde plebe amotinada de un fulano ·sesenarro, Apoderado General del predicho Tupa Amaro; sin atender a nuestro Carajter. Individualmente me ultra– jaron de voces y amenazas. Nos vimos con el referido Diego, y Después de las Generales me preguntó que a don iva? digele que a Juliaca me llevaba la obediencia del cura coadjutor, y soltando la rienda de su audacia de dixo las siguientes palabras: Es mucho de que Vuesa Merced no huviese agarrado el curato en propiedad con la sangre de mi hermano. Ya estará Vuesa Merced gustoso de ha– verle influido en que con su bajada al Cuzco havia de componer el enredo; mire que sugeto de importancia para componer el enredo: Agradezca nuevamente el caracter que tiene; cuchillo mas bien em– pleado en este cuerpo mas que sobre mi gusto me matarán con quatro caballos como lo han hecho con mi hermano, y que despues se perdiere todo: Quando estuve andando por ay lo havia de haver merecido, que lo huviera cosido a puñaladas por que Vuesa Merced no le dijo a mi hermano que se retirara por ay? y no tuvo usted gracia para entregarlo: Usted predicó en Quiquijana de que no– sotros eramos erejes traidores e infieles, todavía tiene Usted cara para venir a la casa del ereje, del infeliz, Usted ·siendo de la sang1e está pegado a la otra banda, y queriendo siempre que los Corre– gidores prosigan, con sus repartos sin defender a la Patria, como nosotros: Sauaraura, Sauaraura de donde?, andando siempre con sus papeles fictos. Señor Doctor Don José, por causa de su hermano de Usted murieron esos siete ahorcados en el Cuzco, pero tuve el gusto de verlo apaleado, y botado, hecho un perro en el Campo. Co– rria con grande ímpeto su audacia mordaz ultrajándome, y aun– que le contesté algunas razones, se inmutó mucho mas porque ape– tecí el silencio, proseguir desbocado cuando a .este tiempo den– tró el Doctor Don Antonio de Valdez, sirvió de triaca su presencia, y quedó amortiguada la sierpe que eso indica el vocablo de Ama– ro. Y solo assi podré evitar el peligro en que me ví, y de otros sa– cerdotes, que podia correr. De aquí nació la algasara embustera de la plebe aduladora otro que a Erodes quando los Reyes Magós de suerte que despues de las oraciones, ya me vi rodeado de tres– cientos y mas indios con sus armas, y sus atambores que a no aver diferenciado su trage, y ganado el sagrado de la morada de mi lector el Doctor Don Antonio Valdez, quien con su sagasidad y mo– do, compuso el alboroto, Suplicándole al enunciado Diego, sin du– da miserablemente huviera perecido a lanzadas, Palazos; y cucni– lladas, pues hasta el amanecer del día siguiente estuve custodiado
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