La rebelión de Túpac Amaru

LA REBELION DE TUPAC AMARU 39 de la ciudad y destrucción de las vidas, con todo, tomando valor, pareciéndome cosa de sueño o fantasía, entré en ella de noche, y, como llevo dicho, salía gente por tropadas: mi familia, amigos y conocidos, interesándose en mi consuelo, solo me aconsejaban el retirarme con los otros. El asunto mas fuerte que Vuestra Merced pueda imaginar. Yo, arguyendo con la contraria a rechazar aquellos intentos, me mantuve, y mantengo, firme en no faltar de esta, re– suelto a sacrificar mi vida con las de mi pobre familia en defensa de nuestra religión y armas, que es muy consecuente a la de un fiel vasallo, que, por instantes, ve esto perdido, única ocasión en que debe manifestar uno su fidelidad y amor a la fé católica y su soberano, así protesto cumplir de mi parte en ocasión tan crítica. A la hora de esta, Vuestra Merced esté muy seguro de que el enemigo, con la mayor frescura, se había apoderado de esto, si la Providencia Divina no depara un caudillo valeroso en su amigo, el Señor General Don Manuel Villalta, quien, al punto que recibió el oficio del Consejo de Guerra de esta ciudad, en su Provincia, en mi presencia, con el mismo empeño, fidelidad y amor, cual el mas valeroso soldado en el instante, tomé aquellas providencias de ban– dos para todo el distrito de su Provincia, Junta de Soldados, armas, uniformes, que, en menos de ocho días, introdujo, en esta ciudad, una tropa de mas de trescientos hombres escogidos, uniformados a su costo, único lenitivo con que pudo respirar el general decai– mi nto de ánimos de todos los habitadores de esta, estorbando a los que pretendían la fuga, con un imponderable esfuerzo y espí– ritu, que, al mas decaído, se la ha hecho recobrar el ánimo y alien– to, a su ej emplo, actividad y celo, se debe un continuo ejercicio militar, todo hombre uniformado llevando sobre sí esta carga y pen– sión de hacE;r uniformes en que tengo alguna par te, de modo que, aseguro a Vuestra Merced que, si la ciudad no se ha perdido hasta aquí, es por que este caballero, quien, sin ninguna presunción, ha propendido la defensa con todo esmero, en medio de que no le han graduado a proporción del carácter de su persona y distinguidos mé– ritos, esto, aseguro a Vuestra Merced, como desde Abancay apunté en mi antecedente solo con la noticia volada que en aquella ~)Ca­ sión tuvimos. Este colegio, que ha sido el objeto de mi atención, hoy está reducido a cuartel de soldados, jefes, y cuanto vecindario en cierra la ciudad, de ambos sexos con este laberinto, todo transtornado, puertas, y cuantas cerraduras hay, nada seguras, sin embargo, de mi desvelo y cuidado, que este es incesante, y tal cual maldad de robo, que he averiguado se ha castigado con aspereza, y así siendo

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