La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes
IMFORME RELACIONADO DEL CABILDO DEL Cuzco 103 cion desaprobada de la junta, la precipitada marcha con que camina– ron hasta llegar al pueblo de Zangarara, el desordenado orgullo del _corregidor D. Fernando de Cabrera, y el preciso cansancio .de la tro– pa, les obligó á tomar el abrigo de las casas, y sin reparar en que estaban cerca del enemigo, la confianza y el descuido les hizo ol– vidar el riesgo, y entregados al sueño, fueron sorprendidos del re– belde al amanecer el dia 18 de Noviembre de 780. El crecido núme– ro del contrario, que pasaba de 20.000 hombres, con algunos mes– tizos que manejaban fusiles y escopetas, impidieron la reunion de nuestro corto ejército, y tomando algunos por asilo el sagrado del templo, le incendió el sacrílego enemigo, y fueron todos los espa– ñoles víctimas del honor, haciéndose cómputo de haber perecido en esta ·desgraciada funcion 390, inclusos todos los comandantes y los dos caciques de Oropesa, cuyos indios dispersos, que se entregaron á la fuga, con pérdida de algunos se fueron despues congregando á su propio pueblo. La funesta noticia de esta primera precipitada expedicion le fué á e~te cabildo y su junta de guerra sensible en primer grado, porque despues de la pérdida de gente y armas, es– cuchaba los clamores de los dolientes de todo el pueblo y conside– raba la vanagloria del rebelde y lo que ayudaba á sus perversas ideas este triunfo. El desmayo y consuelo de los fieles vasallos de V. M.., con la escasez de armas y municiones que tenía esta ciudad, sin po– der reponer las pérdidas, creció á un grande desconsuelo, y más al oir que el enemigo quitaba las vidas á cuantos se nombraban espa– ñoles, quemaba sus casas y destruia sus haciendas y bienes, exten– dien4o su osado pensamiento á venir con el grueso ejército, que se le aumentaba cada instante, á invadir esta ciudad, lo que movió á algunos vecinos á sacar de ella sus familias, cuyo mal ejemplo in– tentaban imitar otros; pero cortó este desórden el teniente coronel de ejército D. Manuel de Villalta, qu estaba de corregidor de Aban– cay, tránslto preciso para estos fugitivos, que mandó regresasen . Luégo determinó la junta dar parte al Virey y visitador general, y como era necesaria una difusa y completa relacion que persuadiese la tris.te constitucion en que se miraba esta ciudad, y con su pérdi– da todo el reino, deputó á uno de sus vocales, que lo fué el coronel de la provincia de Tinta, D. Pedro José Veles, sujeto adecuado pa– ra esclarecer tan recomendable asunto, y sin perder un instante de tiempo, procedió este cabildo con sus conjueces y junta á providen– ciar lo correspondiente á la general defensa: solicitó saber cuántas armas tenían los vecinos de todas clases, comisionando á personas de aptitud para ello, que lo fueron D. Simon Gutierrez y D. Mar– tín de Garmendia, puso fabricantes de pólvora y balas, que ince– santemente proveyesen de estas municiones. Mand6 fabricar mu-
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