La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes
RELACIÓN DEL Cuzco 177 teligencias, de los que no la reciben, han hecho recurso a nuestras historias Peruanas, para afianzar en la incontestable verdad de sus riquezas, la de la Historia sagrada que se veia combatida por la in– docilidad, por el capricho ó por la novedad. Mas como se atesoraban tantas riquezas? Aqui entra otra ven– taja que hazia el Peru a Mexico. Los Monarcas Mexicanos com– ponian su rico erario de las contribuciones repetidas, involuntarias, y generales de sus Vasallos. (15) Todos pagaban precisamente de tres uno al Rey por sus labranzas y grangerias; y los Pobres estaban en obligacion de llevar sin estipendio los generas que se remitian a la Corte. Corrian por todo el reino exactores y receptores de tributos, amenazados con pena de la vida, si se les reconocia infidelidad en la administracion; de lo que nacian 5 0 infinitas violencias. No las igno– raba el Soberano, como ni los clamores que contra ellas daba el Pue– blo; pero su maxima era oprimir al Vasallage, para ponerlo lexos de inquietudes y sublevaciones. He aquí los coloridos con que suele afeitarse el Despotismo. Que distantes de estas ideas estaban los Peruanos! El sincero .distoriador que examina tan de cerca su Política, asegura (16) que parecia que los Incas no recibían el tributo de sus Vasallos, sino que antes lo pagaban. Tal era la distribucion que en favor de ellos se ha– zia. Las contribuciones eran mui cortas: los Privilegiados para no hazerlas eran muchisimos; el nacimiento, el empleo, la Milicia, la edad, el sexo, las enfermedades eran, sin disputa, exenciones de esta car– ga, que haze uno de los gages mas recomendables de la soberania. Se diría que aquel tributo mas era personal que real. El modo de la exaccion jamas molestó a los contribuyentes. Quanto excedia del gasto preciso del Soberano, su real Familia, y su Casa, cedia indis– pensablemente en beneficio del Publico. El oro, plata, pedreria, nunca fueron materia de tributo. Nun– ca se pedían estas especies; aunque se recibiesen espontaneamente ofrecidas. Conocian lo que hoy conocen los mas advertidos (17) que el oro y la plata no son realmente riquezas, sino signos de riqueza. En orden a su uso y estimacion, huían de todo extremo. Ni eran co– mo los habitantes de Madagascar, de quienes nos dice el Inglés Juan de Ovington (18) que despreciaban el oro y la plata y solo aprecia– ban el 51 hierro y el azero; ni tampoco caian en el vicio de aquel 50 . ms. ff. 21. 51. ms. ff. 21v. (15) Solis lib. 3. cap. 16. (pp. 19, nota 2, ed. 1795). (16) Garcil. l. 5. c. 17. (pp. 19. nota 3, ed. 1795). (17) L'esprit des Lolx 1.21, c. 18. (pp. 20, nota 1, ed. 1795) . (18) Ovington, Voyage á Surate a.::i. 1689. (pp. 20, nota 2, ed. 1795).
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