La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes

XX C. D. VALCÁRCEL los pude liberar del furor de mis Yndios". En cuanto a su ataque contra el Cusco, afirma que de las ocho Parroquias existentes, siete estaban a su favor, salvo la de San Cristóbal que Túpac Amaru tenía por suya "porque quando antes regresaba de Cuzco me apo– sentaba en ella''. Considera que si la ciudad imperial no estaba ya en su poder era porque no quería una entrada violenta que des– truiría sus principales monumentos, causando una masacre de hom– bres, y niños. Sin embargo, el obispo Moscoso y Peralta, mal infor– mado, alistó en contra suya milicias eclesiásticas y puso en pie de guerra a seminaristas y colegiales, obedeciendo a una superlativa presión "de los Ladrones Chapetones". Al explicarle los motivos de su rebelión, procura no alarmar al eclesiástico, sosteniendo "que solamente se dirige á quitar los abusos, malas costumbres y latrocinios que se han experimentado por los que han gobernado en este Reyno: en principal los Corregidores que reparten sus efectos en pr ecios duplicados, y llevarse cada uno de ellos 50.000 pesos y más de cada Provincia aniquilando de plano á los miserables criollos, sin dexarlos pedir á Dios, ni encomendársele en la Misa, ni Doctrina Christiana, ni ningún acto de fe, sino toda la vida apurados por la cobranza, sin otro Dios que el Corregidor procurando darle todo gusto; y si en algo faltan, el miedo los hace huir á los Chunchos dexando á sus Mugeres y familias, á vivir con ellos, y hacerse en sus costumbres. Igualmente la Aduana y Alca– bala que perjudicaba á todo el Univ.erso, dexando los haberes aun sin el principal: y últimamente la Mita de Potosí tan p~rjudicial que nunca los Yndios volvían á sus pueblos". 1 Explica su retirada del Cusca, a consecuencia del aviso de sus "Espías y Centinelas" sobre el avance de improvisadas tropas sali– das de La Paz, enviadas por su Junta de Guerra. Entre irónico y lar– vadamente desafiante, dice alegrarse de conocer tales intentos. Aun– que para tener éxito frente a sus huestes, las que avanzaban desde el bastión altoperuano deberían ser muy numerosas. Para mayor se– guridad tendrían que unirse a las de Lima y de la costa. Si se tiene en cuenta el el número de las tropas tupacamaristas sus contrarios necesitarían "reduplicar las armas á las que podrán caber en estos Paí– ses". Arguyéndole el canónigo con adecuado criterio providencialista, sostiene conocer "con individualidad que Dios quiere la conservación de mi arreglo, pues qualesquiera que ha pretendido ir contra mis ar– mas, se ha perdido enteramente, sin poner de mi parte medio alguno par su efecto". Y tratando de sembrar desconfianza e inseguridad en l Vrónlca de Melchor de Paz, t. I, pp. 380.

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