La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes

402 E TADO DEL PERÚ Rey y a la Patria, ciegos a los desengaños, ciegos aún en sus propios estragos, en los cerros y campos. Mir6las Vuestra Señoría Ilustrí· sima, con sus Misioneros sagrados, a estas piedras insensibles y las deshizo. ~ontes de nieve, carámbanos a toda caridad cristiana, en– fermos con el frenesí de su engaño, matando, robando y violando iglesias, se mantenían las provincias sublevadas; y porque no se que.. daron escarchas envejecidas, las miró piadoso Vuestra Señoría Ilus– trísima con el indulto general concedido, las miró, Sol hermoso, y las liquid6 al perdón, con justa razón: ad perpetuam rei memorian (15); le debe echar su amada América este lema: oculi Dei ad nos; por– que, cada día y cada momento, experimenta reconocida los efectos de sus piedades, desvelos y cuidados. Al celo caritativo, amor, fatigas y diligencias pastorales de Vues– tra Señoría Ilustrísima, debe esta América el que los Rebelados, de– sechando las falsas persuaciones, retornen al debido conocimiento de Dios, del Rey y de la Patria. Por Vuestra Señoría Ilustrísima es– tán estas afligidas provincias, logrando tan grande consuelo de paz y fraternal amor. A las fervorosas oraciones y pública penitencia de Vuestra Señoría Ilustrísima, han merecido estos obstinados sacríle– gos rehacerse de ministros sagrados, para lograr los beneficios de la Divina Clemencia, por haberse ya aplacado el Dios de los ejércitos~ Al amor, solicitud y fatiga de Vuestra Señóría Ilustrísima se debe el que el Rey, mi Señor, restablezca este su Imperio, sin la mayor pér– dida de SQ patrimonio, mengua de su erario, y lo que es más y más de su real agrado (aquí hay una palabra ilegible) pobres indios neó– fitos no habían perecido todos, tiernamente estimulados (aquí hay dos palabras ilegibles) a fuego y sangre, como tuvieron por conve– niente ambos Excelentísimos Señores Virreyes de Lima y Buenos Aires, en defensa de la Real Corona; porque Vuestra Señoría Ilus– trísima ha sido el despique de su real clemencia, desagravio de sus . ofensas y nuevo restaurador de su Imperio. Con que, sin duda, podrá decir que es Vuestra Señoría Ilustrí– sima la famosa piscina de Hesebon, donde por miles y millones sa– nan los mortales, y no como la de Siloe y Betsaida (16), que allá aunque bajaba un ángel a remover sus cristales, apenas sanaba uno, y eso apenas; que los ojos de Vuestra Señoría Ilustrísima son como las palomas de la Palestina muy fecundas; finalmente, que la sombra de Vuestra Señoría Ilustrísima es como la del Apóstol Príncipe que (15) Es la grandeza de las bUlas 1><>ntificias que demuestran la su– perioridad y majestad de la Santa Sede Apostólica. Léase la "Historia Pontifical" escrita por el licenciado mescas. <16) Ioan. 5-4.

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