La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes
422 INtoRME ScmRE LAS CAUSAS nE LA SuBLEVAtróN DE 178'1 familias, y finalmente por la docilidad de ánimo y sumisa, rehdida sujeción al Cetro español; tendrían .dificultad en discernir, sí los ac- · tuales indios podrían ser hijos o descendientes de aquellos que en– contraron los conquistadores en sus primeros descubrimientos, y her– manos de los que aún se hallan descarriados fuera del redil y go– bierno de nuestros .Soberanos; y por consiguiente lejos del conoci– miento de la verdadera religión, y que por decirlo así, apenas se diferencian de los brutos; siendo el origen y principio que los dis– tingue y extrae del abismo de tantos males, la divina gracia por Jesucristo, y la próspera dichosa sujeción y obediencia a la Coro– na de España. También percibieron, entendieron y confesaron estas mismas ventajas innumerables indios habitadores de aquellos países, y por eso vivieron tanto tiempo sin mutación alguna, agradecidos a la mi– sericordia de Dios, y reconocidos a nuestros reyes católicos, a los cua– les tenían y estimaban por sus libertadores, dispensadores fidelísi– mos de los beneficios del Señor, protectores celosísimos de los obre– ros y maestros evangélicos que incesantemente han enviado para que los dirigieran a la vida eterna, y como amorosos padres a quie– nes deben su vida sociable, política y racional; extendiéndose tan– to por este medio en aquellas regiones los brazos de la Cruz de Jesucristo en la eficacia de sus frutos, cuando ha alcanzado el ce– tro de nuestros monarcas en su dominación; pues siendo la misma cruz, plantada en aquellos países, como el árbol de la vida, ha si– do protegida y defendida tan esforzadamente con la espada de los Reyes Católicos, que bajo de su soberana sombra vivieron pacíficos y seguros, no sólo los naturales americanos, sino los españoles y demás gentes que han pasado a habitar en aquellas partes, y a quie– nes la confesión y profesión dé una misma fe y religión, y las sa– bias leyes del Soberano han mantenido en pacífica unión y enlace indisoluble hasta la época de.l presente tan invicto y glorioso, co– mo religiosísimo Príncipe Carlos III, nuestro señor, cuya bondad, sa– biduría, piedad y amor a sus vasallos le hacen acreedor a la suerte y regalías de aquel Rey por antonomasia el sabio; para que bajo sus reales auspicios viviese cada uno en aquel nuevo mundo, quieto, seguro y tranquilo a la sombra de su higuera y de su vid. Pero, ¡oh, qué incomprensibles son y han sido siempre, Ilustrísi– mo Señor, los juicios del Altísimo! y ¡qué inexcrutables sus cami– nos y providencias! Cuando todas las cosas referidas corrí~l'l con la más dichosa prosperidad, cuando menos se debiera recelar de las causas que motivasen la menor variación y trastorno de un gobier-
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