La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes

424 INFORME SoBRE LAS CAUSAS DE LA SUBLEVACIÓN DÉ 1781 crueldad por las demás, a·e· la ciudad del' Cuzco, Oruro, Chuquisaca, Chayanta .y comarcanas; habiéndose experimentado en ellas tantos trabajos, calamidades y desastradas violentas muertes, así de los re– beldes como de los que defendían la justicia y causa de la Religión 1 y del Rey y de la Patria, que exceden mucho a todo lo qüe se puede haber remitido a España en relación; no siendo inenos sensibles los sacrificios atentados en los despojos de las Iglesias y muertes de al~ gunos sacerdotes que las infidelidades, desacatos y desórdenes con– tra la subordinación debida a la augusta soberanía de nuestro mo– narca. Mas, habiendo sido la infeliz ciudad de La Paz, como el centro de la guerra y de las terribles tragedias, miserias y hostilidades, que se sufrieron tod0 el ·tiempo de la sublevación, y que la hicieron ba– jar de improviso de la mayor altura de felicidad temporal, a la más sensibie hilmillación y abatimiento; allí fué donde padecieron sus habitantes el cerco de seis meses, bien que interpolados, pasando no– che y día aquellos nobles · y leales paceños con las armas en la ma·– no, y con el credo en la boca; viendo y esperando todos la muerte por instantes, no sólo en las nocturnas y diurnas invasiones de los sublevados, sino mucho más en el hambre, sed y contagiosa pesti– lencia que por consiguiente padecían. Viendo, pues, a esta miserable ciudad bloqueada tantos días y en estado de perecer, pues no cesaba la irrupción de los indios, ni la venía socorro y auxilio alguno de los que esperaba, ya se deja ver que los oficios que pertenecían a los sacerdotes, ancianos de Is– rael, y ministros de Jesucristo, eran, no el acometer al enemigo, no con armas materiales, municiones y pertrechos de guerra, sino con las espirituales de la oración, y municiones de boca, con que pues– tos entre el vestíbulo y el altar, implorasen la divina clemencia, aplacasen la ira del Señor; amonestasen y acordasen sus obligacio– nes a los patricios; y procurasen reducir los dispersos al redil de aquel Pastor, cuya voz íntima el apóstol cuando dice: omnis anima potestatibus sublimioribus subdita sit y la que su primer Vicario profirió diciendo: obeditte regí tanquam precellenti, et ducibus ab eo miesis; pues de lo contrarío era inevitable la pena de haber callado y el dolor de. no haber suspirado ni respirado siquiera en tanta an– gustia y tribulación del pueblo: ve mihi, guia tacui. Por lo que, hallándome yo entonces sirviendo la primera silla del coro de aquella iglesia, a la que sin mérito mío, me había pro– movido de la del Tucummán la piedad de nuestro soberano, no pú– de darme por desentendido del cumplimiento de aquellas · obligacio-

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