La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes
INFORME SOBRE LAS CAUSAS DE LA SUBLEVACIÓN DE 1781 43'3 destin.os, logran de la Real Clemencia, aunque a pesar de éstn, el que los disimule o tolere tan notable canónica transgresión. Siendo aún más sensible el que, con los mismos pretextos, soliciten acaso el que nuestro Soberano, les haga merced de trasladarlos · mandar– los sentar en otra silla episcopal más cómoda, sin haber siquiera to– mado posesión de la primera; y sin hacerse cargo que aun la prime– ra excusa había y debía interponerse antes de admitir, y menos so– licitar tan formidable aunque honroso empleo; y sin considerar que al mismo tiempo que impetran o exigen el consentimiento de Su Majestad, no sólo agravian su real católica piedad, y el celo tan es– merado como veneramos en su soberanía, por la observancia de la disciplina y cánones de la Iglesia; sino que también irritan con ta– les excusas y solicitudes la justísima ira de Dios, pues se niegan a los primeros indispensables deberes, de su alto ministerio , dejando a sus esposas viudas, en vida de sus maridos. En confirmación de algunas de las asertivas proposiciones y fun– dadas presunciones contenidas en el párrafo que antecede, pondré dos ejemplares que entre otros, me admiraron más en el tiempo que estuve en las iglesias del Perú. Provisto por la piedad de Su Majestad, para el Arcedianato del Tucumán, el año de 1764, y presentando en la ciudad de Córdova. acompañé algunos días, a mi Ilustrísimo Maestro don Manuel Abad Illana, en la visita que, con la debida prolijidad, celo y trabajo, em– pezaba a hacer en aquel su vasto obispado; y la que aun no contando más que 51 años de edad, y tardando dos, bien cumplidos en ella, no pudo concluir del todo, aunque se esforzó acaso como ninguno de sus antecesores; llegó en prosecusión de este su ministerio pastoral a un profundo valle algo distante de la ciudad de la Rioja, donde estaba situado un pueblecito de indios, y poniéndose a administrar– les el sacramento de la Confirmación, se presentó, entre otros, una india muy vieja; preguntóla el Obispo ¿por qué estaba todavía sin confirmar, siendo tan anciana? Ia india sin perturbarse, con gran– de serenidad, y en un tono tan natural como sencillo, respondió: "porque ni tú ni otros como tú, habéis querido bajar aquí". Pero creo, ha de admirar más, a Vuestra Ilustrísima, el siguien– te acontecimiento: habiendo sido promovido el reverendo Obispo del Paraguay, don Manuel Antonio de la Torre, uno de los más bene– méritos y ejemplares prelados que conocí en aquellas partes a la Mitra de Buenos Aires, el año de 1762, fué electo para que le suce– diese en aquella, el Deán de la Iglesia de Huamanga, distante de la del Paraguay, más de 800 leguas. Este, después de haber admitido
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