La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes
434 INFORME SOBRE LAS CAUSAS DE LA SUBLEVACIÓN DE 1781 tan soberana merced, y pasado según presumo, a consagrarse, con– siguió por las representaciones de su edad avanzada, de la grande distancia que tenía que medir para pasar donde le llamaba su indis– pensable obligación, y acaso de sus apurados achaques, el permane– cer en la ciudad de Huamanga, todo el tiempo que sobrevivió a su elección, que fueron diez años. Muerto, no por ir a ver a su Esposa, sino porque se le cumplieron su días harto poco venerables, por só– lo aquél desvío, aunque tan canos por su gran número, eligió Su Majestad para aquella iglesia, ya viuda de 72 años, al reverendísi– mo Prego, Religioso de la Orden de Predicadores, y residente en la capital del Perú, que dista del Paraguay más de mil leguas. Sin embargo. de contar ya algunos años sobre la edad varonil emprendió su viaje al destino que había admitido. Consagróle al pa– so, el reverendo Obispo de Arequipa; y viéndose precisado a dete– nerse en la metrópoli de La Plata, como sufragáneo de este Arzo– bispado y Vocal del Sínodo Provincial, que de orden de nuestro Soberano, se celebraba allí actualmente ; a los dos años perdió casi del todo la vista, y oprimido de ésta y otras indisposiciones corpo– ·rafes, murió en mis brazos, en dicha metrópoli, a los cinco de haber sido renunciado como Obispo del Paraguay. Y sucediendo al referi– do, el reverendísimo Velasco que sirve y gobierna actualmente esta sede episcopal; como éste tardó en embarcarse y pasar a ocuparla, cuatro o cinco años, se evidencia haber estado dicha Iglesia, vidua* ta pastore, más de veinte, sin el interregno de las vacantes. Ya penetra Vuestra Ilustrísima los muchos cánones sagrados y punto de disciplina, que se traspasan en sucesos semejantes. Tam– poco se le oculta el miserable estado espiritual en que se hallaran aquellas ovejas de Jesucristo, o aquellos fieles del Paraguay, mu– chos de ellos neófitos por las reducciones bastante. modernas que comprende aquel territorio. ¡Qué cizaña no habr á sembrado en aquel campo tan fecundo el hombre enemigo! ¡Qué labruscas, qué zarza– les de ignorancia de la ley y preceptos del Cristianismo! ¡Qué ma– lezas, qué tríbulos y espinas de malos usos y peores costumbres, no habrá brotado en tantos años de aquella especiosa viña del Dios de Sabaoth por la falta de labrador de riego y de cultivo! ¡Y cuán mi– noradas, flacas y desfallecidas unas, descarriadas o destrozadas de fieros vicios otras, no se hallarán las ovejuelas de aquella cristiana grey, por tan larga ausencia y falta de Pastor! Quedo aturdido, Ilustrísimo padre, cuando considero que no ha bastado a remediar, estos y los consiguientes males, y transgresio-
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