La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes
438 INFORME SOBRE LAS CAUSAS DE LA SUBLEVACIÓN DE 1781 dura, acostumbrado por muchos años a rezar sólo en el campo, a decir su misa rara vez cantada (y quiera Dios bien rezada), y a no servir de diácono, ni haber cantado una Epístola, ni un Evangelio en iglesia alguna? Por eso ví algunas veces con dolor, que algunos traspasaban ca– si todas las ceremonias corales y de altar, que rezaban la Epístola en lugar de cantarla, o que recitaban el Evangelio con una voz tan desentonada, lúgubre o áspera, que era gran pena oírlos, por la de– sedificación e indevoción que causaban a unos, y la irrisión a otros, con la compasión en todos, de ver ir a algunos diáconos ya canos y ve– nerables, del altar al coro, y de éste al altar, abrumados más con el peso de sus años, que con el Turibulo o libro de los Evangelios, que llevaban en sus manos; sucediendo el mismo desorden cuando rezan o cantan alguna lección en los maitines; pues, o parecen que tocan a silencio, o a espantar las aves nocturnas de la bóvedas de la iglesia. No, señor Ilustrísimo, en todos estos deberes eclesiásticos y en los demás que iré apuntando, están muy deterioradas, o deshonora– das, aquellas iglesias catedrales, como habrá sin duda informado a Su Majestad, en su Real Consejo y Cámara de Indias, el sabio ce– losísimo prelado actual, de la Metropolitana de La Plata. Provéan– se en buena hora, las prebendas superiores, en curas cuya arregla– da conducta pastoral, los haya hecho dignos de este nombre tan venerable en todos los siglos de la Iglesia; y las inferiores, estarán más bien servidas, por los mismos subalternos o ministros de aque– llas catedrales en que hayan servido los oficios de mozos de coro, acólitos, salmeantes o cantores, y capellanes. Estos tales, como cria– dos e instruídos prácticamente en aquellos ministerios inferiores, cumplirán mejor, y podrán obtener con más decencia, decoro y ho– nor de la misma Iglesia, las medias prebendas y las raciones ente– ras; siendo así que correspondiendo en ellos una regularidad ecle– siástica en su vida y costumbres, no se pueden juzgar indignos, si– no muy acreedores a las mercedes en dichas prebendas. Pues toda la historia más antigua de la Iglesia, nos suministra no pocos ejem– plares, de haber ascendido, por todos los grados referidos, muchos ministros inferiores, hasta el último de Obispos y superiores prela– dos; y no ha muchos años, que creo obtenía la Dignidad Primera del Coro de la Catedral de Salamanca, el mismo sujeto, que desde mozo de coro, había ido ascendiendo a ella, en aquella iglesia. Sin embargo de esto, si pareciere convenir al servicio de Dios y de su Iglesia, que algunos de los mencionados, se quede siempre
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