La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes
INFORME SonRE LAS CAUSAS DE LA SUBLEVACIÓN DE 1781 443 dome concedido con igual clemencia, todos los caídos de las rentas y emolumentos de dicha Prebenda, desde que constase haberlos de– jado de percibir hasta el 12 de Mayo del año pasado de 1785, en que Su Majestad se dignó admitirme la citada dimisión de mi deanato. Me ha informado poco ha un individuo de aquel coro, no haberse entregado dichas rentas y emolumentos a mi apoderado, sin em– bargo de ser ya pasados más de dos años después de la Real Con– cesión, porque el referido reverendo Obispo se había opuesto di– ciendo: "se depositasen, porque tenía que representar sobre ello a Su Majestad, y que los Manuales se debían sólo a los interesados". Sin advertir que aunque así debe practicarse, no se ha ejecutado por su omisión en aquella iglesia; y que he asistido yo todo el tiem– po que estuve en ella antes de de mi legítima justificada ausencia a todos los interpresentes, sin faltar a uno que yo me acuerde; lo que no juzgo podrá afirmar de sí otro algún Capitular con verdad ; pues no dejé de asistir a todo coro, ni un día ni una hora, en todo el año y medio que estuve en aquella ciudad, antes de la mencio– nada sublevación de los indios. Sin embargo me conformaría con ser privado de dichos Ma– nuales, como lograra saber se había abolido este abuso de aquella iglesia; y que así mismo se había puesto remedio, no sólo en ella, sino en las demás del Perú, sobre la poca reverencia, dignidad, aten– ción y debida pausa, con que se reza y canta el Oficio Divino; pues parece se hace formal irrisión, de aquella oración devota con que se da principio a las Horas Canónic<l.3; Aperi Domine os meum; ut digne attente, et devote. Por los dos siguientes pasaj es, vendrá lue– go Vuestra Señoría Ilustrísima, en conocimiento de la aceleración tan indigna con que se atropella en aquellos coros la Divina Sal– modia, y la horrorosa transgresión que infiere este desorden de la disciplina eclesiástica de las ceremonias, ritos y rúbricas de la Igle– sia. A los tres o cuatro días de haberme presentado en el Coro de la Catedral del Tucumán, advertí lo poco que tardábamos en el Oficio Divino y que con detenernos tan poco, salía yo cansado y molido del rezo; mas, reflexionando que era porque no caminába– mos con tiento, y paso a paso, sino que corríamos con precipita– ción, tropezando por eso muchas veces, dije una tarde a mis com– pañeros: "señores, tengan vuestras mercedes misericordia de mí va– mos más despacio, porque o salgo sudando, y no me parece que es trabajo el rezo para salir tan cansado". Díjelo sumisamente por ver si podía moderarlos con esta suavidad, pero me dejaron frío como la nieve cuando con la misma y en el mismo tono me respon– dió el más anciano: "no se admire \!Uestra merced, que lo propio
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