La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes
444 INFORME SoBllE LAS CAUSAS DE LA SUBLEVACIÓN DE 1781 nos sucede a nosotros, no vé vuestra merced que hace calor?". Ase– guro Señor Ilustrísimo, no haber visto Coro más fresco, porque has– ta que después lo formó el reverendo ejemplar Prelado de aque– lla iglesia, y al presente de la Arquiepiscopal de La Plata, no ha– bía entonces allí otro alguno, que cuatro sillas colocadas en medio de la iglesia, que es bien capaz en lo material; y después de no ha– ber más que cinco individuos en ella, con el capellán único que tie– ne, nos circunda todo el ambiente que solía ser bien templado. Pe– ro esto es poco, para lo que en el asunto que sigo, experimenté y me sucedió en La Paz. Promovido por la piedad de nuestro soberano al deanato de es– ta iglesia el año de 1778; caminé luego más de 600 buenas leguas, que dista de la del Tucumán. Sin embargo de las molestias de tan largo viaje, iba yo superándolas gustoso, porque me persuadía, ha– bía de mejorar mucho de fortuna mi tal celo eclesiástico, por haber oído decir que estaba aquel coro mucho más completo, y que el Obis– po era muy celoso de su Iglesia y del buen orden en ella. Presenta– do pues, en aquella ciudad, como no pude tomar posesión del dea– nato hasta que viniese noticia de haberla tomado mi antecesor de la dingidad de Maestre-escuela de la Iglesia Metropolitana de Li– ma, a que había sido promovido, me fué preciso esperar sin pose– sionarme dos o tres meses. En todo este tiempo procuré frecuentar muchas veces la iglesia, para observar la formalidad del coro, el or– den de rezar o cantar las divinas alabanzas, y lo demás de que yo me consideraba obligado a cuidar cuando fuese su Presidente, sin olvidarme tampoco de procurar informarme, así de la erección de la iglesia como de la regla que llaman consueta o leyes municipales de ella, para instruirme en su régimen y gobierno, y poder cumplir con los deberes de mi primera Prebenda. Mas, puedo decir, Ilustrísimo Padre, que a la verdad se abatie– ron las alas de mi corazón y del ánimo cuando observé. ¡Qué pru– rito o flujo en algunos Capitulares de hablar extra corum, antes del coro; en el coro mientras la misa conventual, y después del coro mientras se .entraban a desnudar el hábito coral en la sacristía y salían de la Iglesia! ¡Qué inopia de ministros inferiores, pues de los pocos capellanes que habían, eran los más músicos de canto alto o figurado, y aún el Sochantre era un religioso avocado del Con– vento del gregoriano, que es el mandado observar y el necesario! ¡Qué aceleración o falta de la debida parsimonia en el rezo, pues en un día ordinario apenas tardarían dos horas y cuarto, en todo el Oficio Divino y Misa Capitular! ¡Qué erección de Iglesia si me
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