La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes
LA VERDAD DESNUDA 469 la conducta de los sacerdotes, y mucho más la de un Obispo, cuyo sagrado, apostólico ministerio demanda la mayor santidad y man~ sedumbre en todas sus obras y palabras. 10.-A consecuencia del exhorto de Vuestro Reverendo Obispo, promovido en el anterior decreto, su segundo Comisionado Don Faus– tino del Rivera (subrogado en lugar de Don Vicente de la Puente) pidió al Corregidor procediese a la prisión de los referidos siete ve– cinos de Yauri que se titulaban reos de los tumultos de aquel Pue– blo; pero sin remitirle la causa que comprobaba su delito, como se– gún derecho debía hacerla. Así se lo manifestó el Corregidor a Ri– vera significándole que entre tanto no se le pasasen los autos, no podía ni debía providenciar la prisión, añadiendo que estaba pron– to a verificarla siempre que se le hiciese constar justificadamente el delito; y que no protestaba reclamar la notoria usurpación de ju– risdicción que se le hacía, privándole del conocimiento de una cau– sa que indudablemente tocaba a su Juzgado por la naturaleza de ella, y por el fuero de los que se decían culpados. 11.-Insistió sin embargo el eclesiástico en el arresto de los cita– dos vecinos, y huyendo el Corregidor de entrar en competencias con Vuestro Reverendo Obispo, porque conocía, mejor que ninguno, su modo de pensar y recelaba fatales resultas si lo hacía, ya por hallar– se conmovidas a la sazón las Provincias (especialmente la ciudad del Cuzco) y ya por el poderoso partido que tienen los eclesiásticos en aquellas partes, libró mandamiento de prisión contra ellos, y fueron conducidos a la Cárcel de Tinta, donde permanecieron desde 31 de Mayo hasta 7 de Julio, con grave perjuicio de los presos y del Co– rregidor: de aquellos porque separados de su vecindario tenían aban– donadas sus familias y haciendas; y de éste porque los man tuvo a su costa todo ese tiempo. 12.-Con esta excesiva condescendencia se manejó Don Antonio de Arriaga por llevar adelante sus ideas de mantener en paz la Pro– vincia de su cargo, y seguir en buena armonía en la Curia Eclesiás– tica del Cuzco, creyendo que Vuestro Reverendo Obispo estimaría por bastante satisfacción un arresto tan dilatado de los que sólo en su concepto habían ofendido su autoridad. A este fin se lo avisó al Comisionado Rivera; pero lejos de pensar con la mansedumbre que debía, ni apiadarse, le reiteró nuevas órdenes llenas del espíri– tu más sanguinario previniéndole les recibiese sus confesiones y los condujese bien aprisionados al Cuzco. Para el cumplimiento de uno y otro, exhortó al Corregidor y éste amante de la pública tranqui-
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