La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes
480 LA VERDAD DESNUDA Antonio López de Sosa y otros dos clérigos, cuyos nombres ingnora– mos (13), salió a sufrir el último suplicio, como si fuera el reo más criminoso, con un pregonero, por delante, que decía en alta voz: "Manda el Rey Nuestro Señor quitar la vida a este hombre por revoltoso". Si nosotros nos empeñáramos en glosar estas palabras, demostrando su verdadero sentido, pudiéramos decir mucho, pero cuidadosamente lo omitimos. 40.-Llega al patíbulo y finalmente vuestro Corregidor, y aquí la admiración y el asombro, aquí al ver que por dos veces perdie– ron sus fuerzas los cordeles, pues otras tantas se quebraron. Pa– recerá casualidad, pero no falta quien lo estime por misterio, y misterio grande, sabiendo cuantas veces han perdido su voracidad las llamas, y su dureza el acero, por no concurrir a la muerte de los inocentes. Las dos veces cayó vivo al suelo el Corregidor (14) implorando clemencia entre las angustias de tan terrible trance, y aun asegúrase que dijo: "mirad que parece que Dios no quiere que así muera, según lo que estamos viendo". Pero, desnudo Túpac Ama– ru de todos los sentimientos de humanidad, y despreciando los cla– mores de algunos de la plebe que, al ver tal espectáculo, pedían le perdonase la vida, se mostró más cruel que una fiera, y consumó el atentado dándole muerte, según unos con un puñal, y según otros con el dogal mismo (15). 41.-Ignoramos las exclamaciones que haría Don Antonio de Arriaga a favor de su inocencia, y defendiendo su vida, pero presu– mimos reconvendría así a Túpac Amaru: ¿acaso me das la muerte porque te presté dos mil pesos para tus negociaciones, y no te los he cobrado todavía, o es porque te dí de comer muchas veces a mi mesa, tratándote como amigo, y como compadre? Es por ventura porque te liberté pocos meses hace de una ejecución que iba tra– barse, en tu persona y bienes, por ocho mil y más pesos que debías en Lima, y que sin embargo de venir el acreedor auxiliado de un decreto del Virrey Don Manuel de Guirior, pude conseguir te prorro- (13) Uno de ellos fué Don Ildefonso Bejarano, y ambos ayudantes del Cura de Tungasuca. (14) Solamente cayó una vez al suelo Don Antonio de Arriaga, pe– ro tan animoso que componiéndose la ropa profirió lo que refiere, o expresiones semejantes, mas lo que hay que admirar en este lance, es la indolencia de los tres clérigos auxiliantes. Cuando sucede una cosa semejante con el reo más facineroso, ya se ve que los sacerdotes lo pa– trocinan y libran la vida, pero para Don Antonio de Arriaga, aún sien– do inocente, no hubo la menor compasión. (15) No murió a puñaladas, sino con el dogal; mas Túpac Amaru recelo~o de que algunos provincianos quisiesen defender al Corregidor, mando de antemano que nadie hiciese ninguna gestión de sentimiento, pena de la vida, lo que acredita bien su inhumanidad y tiranía.
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