La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes

LA VERDAD DESNUDA 521 66.-Vuestra Alteza, Señor, con su superior perspicacia y profun– da comprensión, descubrirá mejor que nadie el mérito de estos an– tecedentes ciertos (entre otros muchos que omito contemplándolos suficientes) y sabrá deducir de todos la consecuencia más legítima, para aprobar o despreciar mi conclusión propuesta, mientras paso a relacionar, verazmente, la conducta de vuestro Visitador General Don José Antonio de Areche en el desempeño de la comisión del Virrey para descubrir el origen cierto de la sublevación presente de estas Provincias. - 67.-Cuando se vió venir al Cuzco un Ministro tan caracteriza– do con los créditos de sagaz y justüicado que se ha adquirido en el Reino, formaron todos unas grandes esperanzas de hallazgo de los verdaderos traidores que abriga esta tierra; y con superior razón los que sabíamos que además de la delación de Don Antonio de Arriaga se habían dirigido otras más anticipadas y tan claras por va– rios leales vecinos de esta Ciudad, y por sujetos de representación muy fidedignos; bien que algunos pensaron siempre con desconfian– za viendo que el Visitador General traía en su compañía a Don An– tonio Borda, pariente y comensal del Obispo; pues aunque lo hizo volver a Lima, a los pocos días, tuvo tiempo de influir, y dejar bien recomendado el negocio. Esta reflexión y otras fundan la descon– fianza sobre las actuaciones de este Ministro; pero yo, Señor, sus– pendiendo el juicio en la materia, voy a poner patentes a Vuestra Alteza los hechos notorios, que disculpan aquel modo de pensar del público. 68.-Ya se apuntó que, según las leyes, debe separarse todo reo poderoso del pueblo donde va a pesquisarse cualquier delito atroz si hay antecedente de su complicidad. Y nadie ignora que el Juez debe huir, escrupulosamente, la comunición aun con los mismos indicados (fuera de los actos judiciales), tanto para no exponer la opinión de su integridad, cuanto para evitar el escándalo y la mur– muración. Vuestro Reverendo Obispo del Cuzco no sólo está indi– ciado sino convicto por la declaración de Don Antonio de Arriaga de traidor a la Real Persona en las primeras inquietudes de esta Ciudad; y por las cartas de Puente, Lamadrid y Figueroa, como por los procedimientos del Cura de Tungasuca y su Ayudante, de au– tor principal de la muerte de mi tío y de las demás fatalidades ocu– rridas. Mas no obstante esto, y la voz del Perú que lo vigoriza mu– cho, con ninguna persona de esta Ciudad se ha intimado tanto vues– tro Visitador General como con el Obispo . Son públicos los obse– quios que éste le ha hecho. Hemos sido testigos de que le ha visi-

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