La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes
522 LA VERDAD DESNUDA tado con frecuencia, muy largamente y con gran estrechez. Sabe– mos que ha conseguido de este ministro cuanto ha querido; y que, según se ha explicado, le merece el mejor concepto este Obispo. 69.-Públicamente se afirma que por sus respetos se ha pues– to una sentencia muy benigna contra el Cura de Asillo Don José Maruri. Este eclesiástico auxilió a Túpac Amaru, con gente de su Doctrina y con plata de su peculio, para hacernos la guerra, mante– niendo consiguientemente con él una correspondencia amistosa co– mo de aliado. Todo se halla justificado, y él lo confiesa; por cuya razón de orden de vuestro Inspector General fué arrestado en Asi– llo, y conducido con prisiones a esta Ciudad, donde inmediatamen– te que llegó, mandó quitárselas el Visitador, manteniéndolo sólo en reclusión. El delito de traición al Rey es de los más atroces que el derecho conoce, y en la vida civil no le pueden cometer mayor los hombres. En él no se admite parvedad de materia, y por consecuen– cia en su pena no hay grados; por tanto los sindicados de este cri– men, sin distinción, o han de sufrir la de la ley si se les prueba, o han de quedar enteramente libres si se justifican; y no se da me– dio entre estos extremos. La dignidad de los Príncipes es tan su– prema, que tiene honores de divina; y por eso aún los pensamien– tos dirigidos contra su Soberanía, los estima toda legislación dig– nos de la pena ordinaria, para afianzar la subsistencia de las mo– narquías y el respeto debido a los ungidos del Señor. El Cura de Asillo está convicto y confeso de traidor a nuestro Soberano. Ve– mos que habiéndose ausentado a Lima su juez, el Visitador Gene– ral le dejó sólo arrestado en el Cuartel sin prisiones, y que se pasea allí con la mayor satisfacción, siéndole fácil hacer fuga a la hora que quiera; con que en esta atención ¿será imprudente ni temera– ria cualquiera desconfianza? ¿Ni cómo se podrá creer bien satisfe– cha la vindicta pública de un delito tan terrible, cuya infamia con– tamina la posteridad más dilatada e inocente, destruyendo toda no– bleza, y todo privilegio? 70.-Pero no es esto sólo lo que haya admirable en el caso. El padre del Cura de Asilla, Don Mariano Maruri, Caballero del Or– den de Santiago, y Coronel de estas Milicias, fué destacado con un trozo de ellas (al principio de la Rebelión) a un puesto muy impor– tante, inmediato a esta Ciudad, para contener la invasión de los in– surgentes. Admitió el encargo; pero le fastidió tan pronto aquel ser– vicio, que a los pocos días de fatiga con el mayor deshonor abando– nó la confianza, y furtivamente se trasladó a Lima. Esta Junta de Guerra lo capituló justamente por traidor con este motivo, y dió
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