La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes
LA VERDAD DESNUDA 529 Reverendo Obispo. Yo presencié en la Real Cancillería de Castilla una defensa fiscal que hizo vuestro Consejero Don Antonio de Va– lladolid en cierta fuerza más dudosa, y menos interesante que ésta, y arrebatado de su celo por las Regalías Reales, pidió la pena or– dinaria contra el eclesiástico que las había usurpado, según lo fundó. ¿Qué diría, y qué pediría si hubiera llegado a sus manos esta causa? 84.-Mucho menos fué lo que hizo en estos últimos tiempos el venerable Obispo de Cuenta, Carvajal y Alencáster; pues según acre– dita su expediente, sólo porque dirigió al reverendo confesor de Vuestra Real Persona unas cartas concebidas con sentimientos per– judiciales a los derechos del Solio, fué mandado comparecer en el Supremo Consejo extarordinario, donde se le reprendió aquel mo– do de pensar (aunque al parecer piadoso) sin que le excusara la dig– nidad de su carácter, la grandeza de su cuna, ni la fama de su jus– tificación. El Obispo del Cuzco sólo es comparable con aquel en la dignidad; pero su Provisor, y Promotor Fiscal en nada; y sin em– bargo aun convencidos del mayor delito, han sido tratados por vues– tros ministros de Lima con más indulgencia que un Obispo de Cuen– ca, grande por su cuna, grande por su literatura, y grande por su piedad. 85.-Lo mismo, que me escribió Don Bernardo de Lamadrid a Lima, escribió a otras personas de aquella Capital. En iguales térmi– nos se ha explicado aquí públicamente, y con especialidad con vues– tro Visitador General a quien entregó un tanto de los apuntes que contiene su carta citada. Y no obstante ser Lamadrid un sujeto tan recomendable como se dijo, y un sujeto que sabe tanto de la Re– belión, lo despachó a la guerra de los indios sin formalizar su decla– ración. 86.-Lo último en que se fundan mis desconfianzas es: en que habiendo venido yo a esta Ciudad encargado de entender en los asuntos del Corregidor de Tinta a instancia del mismo Visitador, no he podido lograr audiencia suya, en dos meses que la he solicitado, con frecuencia impertinente. El asunto que me impulsaba a que me oyese (además de los de la testamentaría de mi tío) era sobre que vuestro Reverendo Obispo de esta Diócesis me había acusado de se– dicioso y traidor en el Superior Gobierno· (43) con el fin que con– siguió de entorpecer la confirmación del título de Teniente General de la provincia de Tinta que Don Antonio de Arriaga me había li– brado. En Lima se despreció el artículo más no obstante, protestan- (43) Véase Apéndice X. (C. D. V.).
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