La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes
LA VERDAD DESNUDA 531 bilidad de sincerarme de los hechos públicos en que fundaba su de– lación Arriaga; y por otra que éste no se había de excusar ni a afianzar de calumnia con todo su caudal, ni a seguir la causa hasta el último trance, siguiendo las detestables máximas de Maquiavelo, tramó la traición contra su vida. 88.-El motivo que puede tener vuestro Visitador General para negarme audiencia al mismo tiempo que la concede a todos, es en mi concepto éste. Yo fuí el conductor de la acusación del Corregi– dor de Tinta contra el Reverendo Obispo como se ha referido. Yo fuí quien la puso en sus manos, y en las de vuestro Virrey. Y fuí también quien les pintó a ambos, con realidad, el carácter de este Prelado y del Corregidor; a fin de que se librasen algunas provi– dencias preventivas, a lo menos, para impedir la ruina de estas Pro– vincias que se anunciaba tan inmediata por Arriaga. No expidieron ninguna; y como por esta omisión se ha visto cumplido el vaticinio que yo les conduje, tan oportunamente, no es regular me miren con agrado, siquiera por librarse de los remordimientos de la concien– cia, que al verme les ofrecerá instantáneamente esta reflexión: Ved aquí el que os avisó en tiempo las traiciones del Cuzco contra vues– tro Monarca. El que os informó a viva voz el modo de pensar de aquel Obispo infidente y sus secuaces. Y el que os dijo con verdad quien era Don Antonio de Arriaga. Lo despreciasteis todo por con– templación u otros fines particulares, y por eso sufrió éste la muer– te más dolorosa, de que se siguió la profanación sacrílega de los templos santos del Señor; la desolación de tantas Provincias; la efu– sión de arroyos de sangre; la ejecución de abominaciones que ape– nas tienen ejemplar en la plana de la Historia; la pérdida de más de cincuenta mil tributarios; y la disipación del Real Erario con la ruina universal del Reino: luego sois reos ante Dios de la sangre de Don Antonio de Arriaga de todos esos execrables delitos; ante vuestro Soberano responsables de tantos pueblos, vasallos . caudales como ha perdido por culpa vuestra. Y siendo esto así, no es de extrañar que vuestro Virrey y Visitador General procuren apartarme de su presencia, porque no es posible logre tranquilidad su corazón teniéndome a la vista. 89.-Lo expuesto parece, Señor bastante para que se estimen por justos y prudentes nuestros recelos por ahora, acerca de las ac– tuaciones del Visitador General; pues con tales antecedentes sólo un insensato pudiera estar satisfecho de ellas. Yo tengo además moti– vos positivos para conceptuar a este autorizado ministro, sino ene– migo, a lo menos mu desafecto de Don Antonio de Arriaga. Todo
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