La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes
534 LA VERDAD DESNUDA mente. No hay doctrina en la provincia de Tinta que baje de cinco mil pesos anuales; y la de Sicuani por coNfesión de su Cura actual ha habido año que le ha rendido veinte mil;· de donde se infiere que infringiendo las leyes y ordenanzas, con pretextos de obven• ciones y derechos parroquiales, hacen aquí los eclesiásticos un co– mercio el más lucroso, sacrificando a los miserables indios (46) se– gún lo comprueba e1 testimonio N9 5, y lo que contiene el cuader– no 9, sobre derechos obvenciales de Pichigua y de Coporaque. 92.-Por otra parte, parece, Señor, que no ha llegado aquí la disciplina eclesiástica, porque de otro modo, ¿cómo era posible que se remitiesen tan cuantiosos caudales a Europa para las ne.gociacio– nes de prebendas y mitras, y mucho menos que este Reverendo Obis– po vociferara, como lo ha hecho públicamente, que le costó ochenta mil pesos la que obtiene?; si tuvieran estos eclesiásticos idea cabal del recato a que está sujeta la más disimulada simonía, ¿cómo era posible que se viera con tanto escándalo un libertinaje tan desenfre– nado en este Estado Santo? ¿Cómo era posible que aquella hermosa virtud de la castidad que demanda el sacerdocio para ejercitar, con la mayor pureza, los ministerios del Altar, estuviese tan desconoci– da, que casi la mayor parte viven en el más perfecto maridaje con sus concubinas, sirviendo de perjudicial ejemplo su prole en los Pue– blos? ¿Cómo era posible que la separación de contratos y granje– rías tan estrechamente encargada por los sagrados Cánones y Con– cilios a los clérigos y regulares, estuviese tan abadonada en las Américas; pues los vemos que no contentos con las excesivas, ilíci– tas ganancias que les rinden los altares, son unos comerciantes pú– blicos de efectos de la tierra y de géneros de primera necesidad, en que es más peligrosa que en otros la usura, y el agravio del próji– mo? ¿Cómo era posible que negaran con tanto arrojo el vasallaje debido a nuestro amable Soberano? Y por último, ¿cómo era posi- (46) E.sta reflexión es ciertísima; y a mí me ha parecido añadir a ella, que es aún más perjudicial a estos naturales la contribución de ob– venciones que el reparto de los corregidores. El Cura por un entierro le quita al miserable indio cuanto tiene; y, no contento con eso, le hace su tributario para lo sucesivo, con el estipendio de sufragios que le obliga a costear por sus deudos anualmente. El Cura precisa a los indios a ser al– féreces en sus fiestas parroquiales; y por sólo la despreciable vanidad de llevar una bandera en la procesión, les arranca ganados, plata y otros donativos. Y el Cura, finalmente, sobre no darles jamás cosa alguna a sus feligreses, nunca les paga el servicio que le hacen. Al contrario el Co– rregidor (excluyendo aquellos notoriamente tiranos) en el reparto le da– ba al indio ropa para su vestuario, fierro para los instrumentos de su la– branza, y mulas para su comercio, con otras especies útiles que, aunque fuesen a precio subido, se verificaba que le daban algo; y a los dos años, r~gularmente, quedaba fuera de la deuda el Corregidor; lo que no se ve– rüica con los curas que siempre están disfrutando a sus feligreses hasta morir, y entonces más que nunca.
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