La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes

LA VERDAD DESNUDA 649 Obispo envíe a mi territorio con semejante comisión; y aún al mis– mo Obispo si se atreviere a ir en persona a intimarme las Censuras. Cuya determinación espero me apruebe la justificación de Vuestra Excelencia, viendo comprobado en los autos que estos eclesiásticos (abusando de mi sufrimiento), han pisado las Soberanas Regalías del Monarca, despreciando los estatutos que más afianzan su Corona.– Nuestro Señor guarde la Excelentísima Persona de Vuestra Exce– lencia los muchos años que deseo.-Cuzco y Julio 26 de 1780.- An– tonio de Arriaga.-Excelentísimo Señor Virrey Don Manuel de Guirior. Nota.-Aunque no se entregó esta carta, se presentó a la Real Audiencia, oportunamente, el testimonio que en ella se cita, el cual debe existir y correr con los otros autos. Apéndice XIV Jamás ha conocido el Ilustrísimo Obispo del Cuzco ni la leni– dad, ni la conmiseración; porque su espíritu es más a propósito para militar que para Prelado, y aún para eclesiástico. La codicia del Señor Moscoso es extremosa, porque sobre no conocer el ejer– cicio de aquella admirable virtud de la limosna, tan recomendada por las Divinas Escrituras a todos los fieles, y particularmente a los Obispos, no piensa en otra cosa que en adquirir y atesorar riquezas aunque sea con perjuicio de tercero, y traspasando los términos de la justicia. Con esta idea se ha apropiado las rentas de todas las iglesias; creyendo quizá que como le costó tan cara la mitra (según el mismo Ilustrísimo lo decanta), ha adquirido el más perfecto do– minio sobre dichas rentas, destinadas al culto divino y al reparo de los templos de su diócesis; de lo cual entre otros tenemos el más verídico testimonio en el curato de Maranganí, anexo del de Sicua– ni, en la Provincia de Tinta. La iglesia de aquel Pueblo se halla sin tejado, cuando de paso para el Cuzco transitó por allí el Señor Moscoso el año de 1779, y tan indecente por consecuencia, que retrae la devoción de los fieles, e impide en tiempo de lluvias la práctica de los Divinos Oficios. Su ilustrísima aparentando un gran celo, ma– nifestá vivos deseos de reparar la iglesia, y para ello se informó de sus rentas y fondos. Supo que en poder del Cura Doctor Don Anto– nio Martínez, existían cuatro mil pesos pertenecientes a su fábrica, y se apoderó de ellos, ofreciendo techar dicha iglesia y decentarla; pero aunque han intermediado más de tres años, hasta ahora está co-

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