La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes

650 LA VERDAD DESNUDA mo estaba. Y si esto hace su Ilustrísima con los fondos de una igle– sia arruinada que los necesita todos, y aun más que tuviera para su edificación, déjase discurrir lo que ejecutará con las otras más opulentas, y que no necesitan reparo. Más lo gracioso es qué, no obstante estar a la vista en este procedimiento y otros su desmedi– do apego al oro y a la plata, quiere ostentarse el Señor Moscoso do– tado de una generosidad la más honrosa, como lo acredita la "Ga– ceta de Madrid" de 15 de Junio de 1781 en que se avisó al público: que, con las Cartas recibidas a la sazón del Señor Areche, habían llegado varias instancias de algunos principales vasallos de este Vi– rreinato, ofreciendo a los pies del Rey sus bienes y rentas para la Guerra contra la Gran Bretaña; añadiendo que entre los que se dis– tinguían en sus ofertas era uno este Rvrendo Obispo, que por sí, y á nombre de su prima Doña Angela Orozco y Peralta (madre de Don José Antonio Borda) ponía a disposición de Su Majestad 12,000 pesos que anualmente goza de patrimonio, y el sobrante de sus ren– tas episcopales. Un ofrecimiento de ésta naturaleza y tan circuns– tanciado. ¿quién había de creer que fuese hipócrita, y de puro cum– plimiento y ceremonia?; pues tan lejos estuvo de ser sincero,· como Su Ilustrísima estaba y está de cumplirlo, como lo patentiza esta reflexión. El Señor Moscoso ofreció lo que se ha dicho para la Gue– rra con los Ingleses ; poco después ocurrió aquí la de los Rebeldes, y con los crecidos gastos de ella se agotaron los Caudales del Era· rio Real; de modo que además de haberse empeñado frecuentemen– te la palabra del Rey, solicitando dinero provisionalmente ha con· traído algunas deudas considerables la Real Hacienda. Esto ha sido público, y consiguientemente no lo ha ignorado ni ignora el Obis– po; pero sin embargo de tener a la vista esta tan grave urgencia de la Corona para sostener una guerra en que el mismo interesaba tanto, lejos de ofrecer una pequeña parte del caudal gigante que tiene, no ha habido forma de que pague cinco mil pesos que debe a Su Majestad por el Derecho de media anata, y la pensión asigna– da sobre la mitra para la Orden de Carlos III; aún habiéndosele re– convenido, reiteradamente, sobre su satisfacción por los Ministros Reales. Con que si el Señor Moscoso no presta sus tesoros, para de– fender los pueblos de su Obispado, su casa y su persona, ¿cómo los ha de franquear para hacer la guerra a los ingleses, en que po– co o nada interesa? Y si entretiene (no digamos que la resiste) la paga de lo que por unos motivos tan justos debe a la Real Hacienda, ¿cómo podemos creer que verifique el cuantioso donativo que ofreció al Soberano, según la gaceta referida? Así se engaña frecuente– mente, al favor de las distancias, a Su Majestad y al Ministerio.

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