La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes

654 OFICIO DE VISITA cesidad y sabio acierto con que V. E. ha sabido inspirar y sostener esta delicada y vasta empresa, y el Rey nuestro señor la ha apro– bado para inmortal gloria de su gobierno y paternales desvelos en la reforma del Perú, sus rentas y vasallos, y esto es lo que ahora voy á detallar, deseando que por una relacion unida de todas las partes de la visita, y de cuanto en separados informes tengo ya di– cho, se demuestre su feliz suceso y el error con que siempre se cen– suran las ideas de esta clase. Supongo que como la visita general (á lo ménos en el tiempo que ha estado á mi cargo) ha corrido unida á la superintendencia, se equivocan una y otra, y en materias de Real Hacienda apénas po– drán señalárseles diversos límites, ni discernirse lo que es propio de cada uno de estos encargos, y por cualquiera de los dos podria y debería hacerse con igual autoridad y ventajas; pero siendo la separacion de la superintencia del gobierno como un efecto ó par– te de la misma visita, con el ordinario desempeño de aquélla, se ha logrado el de ésta, sin valerse de los extraordinarios medios á que en otras circunstancias pudier a obligar, y esta bien meditada disposicion facilitó la empresa, precavió muchos de los accidentes que tal se la hubieran malogr ado, y áun redobló las fa tigas para el primer establecimiento del arr eglo conseguido, éste es de material que se atribuya á la superintendencia ó visita, cuando la una ha si– do parte de la otra, y unidas ambas, es forzoso hablar de las dos, si se intenta hacerlo de alguna, y en este sentido iré yo refiriendo indistintamente sus progresos, aunque no faltarán algunos que por sí mismos se recomienden como propios de la visita, cuyos primeros movimientos fueron dirigidos por otra mano, que hoy tiene la for– tuna de estar más inmediata á V. E. para enterarle de sus trabajos, y que sin usurparle yo la gloria que merece, me excuse referirlos, contrayéndome sólo á los que por mí han pasado~ segun la consti– tucion en que hallé este r eino. Era ésta tan crítica y desgraciada como acreditan los tristes su– cesos que desde principio del año de 80 empezaron á turbar la sere– nidad de las provincias, y por no recordar ahora el dolor de aque– llos estragos, bastará decir que, trastor nado todo el reino, gemía en– tre los recelos de una fingida r econciliacion y los daños y perjuicios que ya habían causado la destrucion de haciendas, mineras y pobla– ciones, y la mor tandad inexplicable de todas castas, con lo que el comercio estaba sin giro, las minas des amparadas, la agricultura sin manos, y todos los ramos del Erar io entorpecidos por la falta de en– tradas, y aniquilados por los gastos que estas mismas novedades oca-

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