La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes

696 OFICIO DE VISITA ticamente cumplido el bien meditado art. 18, tít. XVIII, de las no– vísimas ordenanzas de minas. Desde que llegaron éstas á mis manos, conocí su importancia y la grande utilidad que resultaria de su ejecucion, pero no se me ocultó la dificultad de la empresa, porque ya anticipadamente te– pia los informes que pedí á algunos mineros de las causas de su atraso y medios de repararlo, y por ellos vi que ni la ignorancia del beneficio y máquinas se podria remediar sin sujetos peritos pa– ra la enseñanza, especialmente de la fundicion, ni los otros puntos del establecimiento de tribunal, diputaciones y nueva legislacion que en aquel código se previene, y han de dar el arreglo á los avíos, jornales, horas del trabajo y demas partes de este ejercicio, se po– drían verificar, á causa de que ni habia fondos para costearlos, ni mineros en quienes recaigan los destinos, ni jueces celosos que con inmediacion al terreno protejan y contribuyan al logro de estas ideas, y por eso, reservándolas para el tiempo de las intendencias, que veia ya cercano, reduje mis providencias á consejos y exhor– taciones que repetidamente hice á los mineros ·y corregidores, y á las órdenes con que á éstos estreché sobre las mitas de Potosí y Guancavelica, que son los minerales que únicamente gozan este pri– vilegio, pues aunque algun otro, como el de Cailloma, lo disfrutó tambien, no cuidaron de conservarla, y segun expediente que he sustanciado, la perdieron por su abuso, y esta experiencia, y la de que aunque se lamente y sea cierta la falta de gente, en ninguna mina de buena ley se ha suspendido por ella el trabajo, me con– firma que si se paga bien, no será éste el mayor de los perjuicios que se experimenten. Todos los insinué bien menudamente a los intendentes, y se los recomendé tanto como V. E. había visto en la Instruccion práctica que les dí, acompañada de un ejemplar de la ordenanza de V. E., y siendo ésta el más auténtico que puedo yo dar de los cuidados que me han debido hasta entónces el fomento y progresos de la mine– ría, omitiré otra infinidad de testimonios, y paso al último que los comprueba con los efectos que ya se reconocen, en virtud de las providencias dadas despues para no diferir por más tiempo mis deseos ni la práctica de aquella ordenanza La venida de D. José Coquet por Abril del año antecedente me ofreció el más seguro medio para su cumplimiento, porque en vano sería tratar de objetos que no habia quien los entendiese ni ejecu– tase, y aunque nunca dudé su inteligencia, como la real órden con que se me anunció su destino, se daba con razon la preferencia al

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