La rebelión de Túpac Amaru: antecedentes

REPRESENTACION DE LA CIUDAD DEL Cuzco 51 de 4.000 pesos de principal á favor de una cofradía, que debiendo producir 200 pesos para una fiesta, han arbitrado los curas compar– tir aquel principal dándoselo á los caciques y alféreces que nombran con el cargo de que entreguen el duplo, y habiéndolo sabido un corregidor, hizo averiguación, y halló que los caciques hacían derra– ma entre los indios para completar el aumento, y que no sólo jun– taban la duplicada cantidad, sino mucho más para tener. 130. Hay algunos curas que no permiten en sus pueblos haya otras pulperías que las que ponen las mujeres sus dependientes, ni otros hornos de amasar pan que los suyos; reparten el maíz para la cosecha, y privan a los vecinos de otros comercios que el que les franquean, con repartirles el aguardiente, ajíes y algodones; re– cogen los ganados para hac~r matanzas, y ias ropas de engerja, que hacen beneficiar y despachan a otras partes para su venta y cam– bios, de modo que son unos perfectos comerciantes, menosprecian– do las penas y censuras que les estan impuestas, y haciendo que su respetuoso carácter se maule en sus profanos contratos. 131. No se queda el agravio en el que hacen generalmente á los habitantes de los pueblos arrendatarios de ella, sino que le extien– den á los Reales intereses, pues por ninguno de sus intereses pagan el derecho de alcabala, y aunque haya en los pueblos arrendatarios de ella, omiten su cobranza, por no litigar con personas de su au to– ridad, y que les paguen con la afrenta de darles de palos, como se ha visto muchas veces, impidiendo se empleen en el ejercicio del comercio los vecinos, sujetos a quienes fuera lícita ocupacion, y que– dar sin destino, ocupados al ocio y sus resultas. 132. Los curas que se ejercitan en estas granjerías, propenden á otros desacordados excesos y escándalos, de que pudieran relacio– narse sucesos notable que no han impedido los prelados, por el di– simulo que con ellos tienen y por el interes con que los aplacan y podrán considerarse por el caso que sigue: llevó un cura con pú– blicos aparatos a su pueblo a una mujer ramera, y para entrar en él convidó su ayudante a todos los habitantes de su feligresía, para que hicieran solemne el recibimiento, colgando las calles y ponien– do arcos en ellas, como lo hicieron, de que tuvo noticia el Obispo, y habiendo éste intentado castigar este delito por el interes que le traería, ocurrió el cura con sus obsequios, con que no sólo consiguió mitigarle, sino que publicase el prelado ser el cura de muy arre– gladas costumbres, y se hizo defensor del desacato; y habiéndose bajado a curarse del mal gálico a esta ciudad, cuando le pidió li– cencia se la concedió, diciendo que no se curase en casa de su ami– ga, con lo que dió el escandaloso testimonio de no ignorar que la

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