La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión

174 l:>OCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU 52. 1780-IV-30. "Ilustrísimo Señor:-Muy venerado Señor mío:-En los dos Co– rreos antecedentes informé a Vuestra Señoría Ilustrísima sobre la sublevación que se había supuesto en esta ciudad, sus incidentes y causas; expuse cuanto sentía en orden a las intrigas y particulares fines, con que se le procuraba dar más cuerpo del que merecían unos movimientos, a los cuales no puede dárseles estrictamente el nombre de Rebelión, por haberse concebido entre pocos sujetos de ínfima clase, de ningún apoyo y fomentos, ni medios pr_oporcionados para comenzar y seguir una acción de tanta consecuencia y tan gra– ves resultas: ahora debo añadir a Vuestra Señoría Ilustrísima, que habiéndose arrestado, en los días intermedios, ocho o nueve sujetos de baja condición, oficiales de platería; y échose las pesquisas res– pectivas se ve confirmado cuanto a Vuestra Señoría Ilustrísima ex– puse en las citadas del origen de estas novedades. Los que se tienen por autores de la presupuesta sublevación, parece se descubren reos de algunas conversaciones irreflexivas, sin que se comprenda otro principio de los primeros temores con que vivían sorprendidos los ánimos, bajo de la aprehensión con que se formaban en la imaginativa un elefante; es verdad que no es nece– saria sino una chispa para que de ella se produzca un incendio, di– fícil de apagar, y por eso es conducta cortar el paso, -cuando se ha– ce sentir la sedición, aunque sea por leves indicios, para que no la propague la misma condescendencia o disimulo; pero al mismo tiem– po se necesit~ de precaución y gobernarse por el espíritu de recti– tud, sin otro interés ni objeto, para no incidir en el inconveniente que se tira a precaver, y por eso con la ingenuidad que me es ge– nial, lo representé así a Vuestra Señoría Ilustrísima y reproduzco· al presente, añadiendo mantenerse en el día e.sta República en quie– tud y sosiego, a que he procurado propender con toda la eficacia del celo que me anima, a todo lo que contribuye a tan loable intento. He insuflado a los Curas de la Diócesis este mismo espíritu, pa– ra que lo comuniquen a sus feligreses, y en especial la debida su– bordinación al Soberano, y obediencia a los Magistrados que en su nombre los gobiernan; en que se han señalado los Curas de las ocho parroquias suburbanas conservando a los indios en una quietud inal– terable, y contribuyendo sin novedad sus tributos y demás gravá– menes; y aunque se imaginó turbara la deseada paz un Cacique del

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