La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión

206 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU do: que con igual conducta se manejase con los veinte mil de Arequi– pa y al menos con sus principales Jefes y ultimamente que practica– se los correspondientes exfuersos que se requieren para congregar y tener a su disposición seis mil indios. Es posible que una negocia– cion tan basta y ardua como esta sea capaz de emprenderla un solo Cacique pusilamine y limitado, como por la regular son los de su naturaleza. Permítase por un breve rato que este fuese tan animoso que fuese capaz de un proyecto de esta clase. Por ventura cabe en la imaginación el que pudiese encubrirse sin que hasta hoy se haya traslucido pasaje alguno de tan artificiosa maquinación. Aun, aunque no entren en parte las dificultades que por todos respectos la imposibilitan, es tan solida esta reflexion de no haber– se notado hasta el presente pasaje, ni suceso que la indique que por si sola basta para reputarla por quimerica. Aquí es donde se verifica con propiedad que cuando se presume mucho nada se prueba. ¿Adop– taría un miserable Cacique una operación de esta clase, inasequible por todas sus circunstancias, e impersuacible por las razones alega– das; es lo mismo que dar una plena y completa idea de que o estaba loco, si se considera que entró en la meditada conspiración con ani– mo de coadyubar por estos medios, o que en la realidad fué una me– ra jactancia, o aparencia que les quiso figurar a los demas congre– gados para descubrir su animo, o bien para burlarlos? Lo cierto es que segun los pasag~s mismos que aparecen de los autos no tuvo ni pudo temer animo serio y eficaz de intervenir en la sublebación Y que la combersacion con el Presbítero don Juan de Dios fué dirigi– da a efecto de atemorizar para que no le persiguiesen, según expo– ne el reo en su confesion. En suma los mas de los coorreos en la• su– yas, y el enunciado presvitero en su declaracion tratando del caci– que expresan el desprecio que hacian de sus propuestas, y todos convienen en que el mismo les significó el que no había fundamen– to en nada: a que se agrega la expresion que hace el Corregidor de la Ciudad del Cusco en el citado Ynforme sobre la ingenuidad de la confesion del Casique, relativa a no haver tenido Gente algunas dispuesta, la que tambien confronta con la quietud, y tranquilidad en que se hallavan los Yndios de la Doctrina de Pisac, segun testi– fica el mismo Presvitero don Juan de Dios. No hay duda que en algunos delitos por su atrocidad se castiga el conato del mismo modo que la ejecución y que el de lesa Mages– tad s~ numera entre estos; pero es preciso, notar que sea conato en el estilo forense, Y qual sea el que se requiere en sentir de los Doc– tores, para que el agresor sufra la incinuada pena. En lo legal se

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