La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión
DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU · 239 corregidor: Despacherne, porque eL SoL se ni,e pasa para dar mis or– denes, pues para mi y los mios lo mismo es mori1· hoy que mañana. Diósele el escrito proveido para que ocurriera a la Real Audiencia de Charcas donde estaba preso su hermano. Luego que salió Da– maso de la Casa del Corregidor pasó a la Plaza y pegó fuego a una Camareta a cuya seña precipitadamente se. fueron acercando los Yn– dios al Pueblo con hondas y piedras en mano. A vista de este movimiento se pusieron las quatro Compañías en defensa de las boca calles, y el Corregidor puesto a cavallo con espada en mano mandó llamar a Don Pedro Caypa Casique Gober– nador de aquel Pueblo que hasta entonces no habia hecho demos– tracion alguna manteniendose en indiferencia, y haviendo compare– cido le dixo; que como permitia que Los Yndios Machas le faltasen al respecto?. que juntase su gente y saliese a contenerlos. Montó es– te Yndio a cavallo, y con dos Alabarderos (Honor de los Goberna– dores de Pocoata por gracia del Sr. Don Felipe Quinto) marchó co– mo a d istancia de media legua, y en lugar de contener a los tumul– tuantes, le previno que ya era tiempo de acometer, pues los Espa– ñoles se hallaban con mucho temor y poca.<s fuerzas, y que su gen– te se incorporaría en el Pueblo. Buelto el Casique a presencia de Alas, le dixo en vos alta:Co– rregidor ya no teneis remedio; y dandole con las espuelas al cavallo, hizo despues una demostracion de dar dos bueltas con el sombrero al ayre a cuya señal los Yndios que ya se havian acercado, acome– tieron al Pueblo con descompasados alaridos y estrepitos, de Cor– netas por las quatro principales calles y Callejon de la Plaza. Re– sistioseles desde las dos de la tarde ha<sta cerca de las quatro; pero cediendo a la multitud de Yndios que cargaban (pues segun com– puto prudencial pasaban de diez mil sin incluir los del Campo), se íueron retirando los nuestros haciendo fuego hasta que ganaron la Yglesia, y estando la puerta cerrada y las llaves en poder del Sa– cristan, que estaba metido entre los Yndios alzados, quebrantaron las herraduras a fuerza de empujones y lograron entrar en ellas, lo qual visto por los Yndios determinaron sacarlos, para dar a cada uno la cruel muerte que tenían premeditada. Viendo el Cura de Pocoata este horrendo atentado, quiso sacar a nuestro Amo para aplacar aquel despechado tumulto, pero los Yndios le dixeron que en nada se me– tiese, y se retirase a su Casa antes que le sucediese algun trabajo. Murieron en esa batalla treinta de los nuestros, y de los con– trarios mas de doscientos Yndios con un crecido numero de heri-
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