La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión
240 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMA°RU dos. Al Asesor Benavides lo hicieron prisionero, y sacandole la len– gua vivo, le acavaron a pedradas y palos, haciendo despues destro– zos del cadaver. El Capitan Dn. Joaquín Cueto se libró del grave peligro en que se hallaba cercado de Yndios, por un soldado de su Compañia que teniendo un chuzo de un palo como de dos varas, ti– ró con él tan furioso golpe que ensartó tres Yndios perfilados, dexan– doles clavados en la pared, en la que se entró parte del rejón. Buen golpe a la verdad si a ella no falta el autor de la noticia o quien se la ministró. A las quatro de la tarde dispuso el Cura de dicho Pueblo que huyese el Corregidor antes que los Yndios pensasen en alguna in– vasion con ruyna de la Yglesia, y de los refugiados en ella, y ha– viendole sacado por una claraboya del Altar Mayor montó en un Cavallo, y partió en carrera: pero dió en la Campaña con un trozo de mas de tres mil Yndios que le prendieron botandolo del cavallo de una pedrada. Arrancaronle la venera, y despojanlo de sus ves– tidos fue lastimosa presa de aquella canalla, pues por quitarle la vida a fuerza de ultrajes y martirios lo llevaron sin sentido a una choza, donde le quitaron hasta la camisa, y le pusieron un coton de Yndio, y calzones de cordellate: y despues que volvio en si le die– ron de comer maiz mal molido con pepitas de ají, diciendole que aquel traje y alimentos tenían los pobres Yndios para pagar al Rey sus tributos, y a él sus injustos repartos por lo que se dispusiese a morir. A este fin le hicieron caminar descalzo mas de quatro leguas por Montañas asperas y frígidas, conduciendolo al Pueblo de Ma– cha donde le aseguraron con prisiones. Los pobres refugiados en la Yglesia viendo por las rendijas de la puerta que tenían bien cerrada y trancada, las atrocidades que executaban los Yndios con los cadaveres que estaban en la Plaza esperaban por momentos que en ellos hiciesen iguales rigores. Pe– ro luego que se supo en Pocoata la prision del Corregidor Alos, se sosegaron los Yndios, y no malogrando el Cura Dn. Francisco ésta oportunidad salió con vestidura sagrada y un Crucifijo a exortarlos con animosidad. Ofrecieron aquietarse con tal que los refugiados en la Yglesia soltasen las armas, lo que se executo recibiendolas en si dhQ Parroco a presencia de quatro principales de los Yndios; pero toda aquella noche anduvieron con algazara y ruido de bocinas. El 27 a las cinco de la mañana salieron de la Yglesia los Oficiales Y soldados a quienes uno por uno registraron los Yndios, quitan– doles si algo tenían y todos a pie caminaron para el Asiento de Au– llagas.
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