La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión

254 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU Armados los Indios y Mestizos de su faccion conforme iban lle– gando en virtud de las Combocatorias remitidas, hizo levantar una horca · en la Plaza del Pueblo, y pronunció sentencia de este ultimo suplicio contra el Corregidor su Compadre. Yntimada ésta, man– dole decir al Cura Dr. Dn. Antonio Lopez, que actualmente se ha– llaba en el Pueblo principal a media legua de alli, viniese a confe– sar un moribundo. Caminó y hallo que el que debia confesar era· el enunciado Corregidor. Preguntole porque se le trataba de. aquel modo? y le respondió que el Cacique Tupac Amaru pensaba qui– tarle la vida. Reconvenido este del intento, le dixo al Cura que tenia orden del Sr. Visitador General autorizado de la Real Audiencia de Lima, que havia 26 días que lo tenia, y que recelaba le fuese ya muy culpable mayor demora: que por otra parte él tenia mucha seguridad para proceder asi. Asistió pues el Cura al infeliz Corregidor, confe– solo, ministrole el Viatico y lo esforzó en los seis dias de termino que le dió. En la mañana del Viernes 10 de dicho mes de Noviembre man– dó Tupac Amaru que de toda la gente de su Provincia que ya es– taba alli congregada se formasen tres cordones o columnas dos- de Españoles y Mestizos armados de fusiles, sables, y palos, y uno de Yndios con hondas. Por medio de todos sacó al Corregidor con su vestido militar, quitole el uniforme haciendo la ceremonia de degra– dacion con aquellas circunstancias que había comprendido y visto en otras ocasiones hasta dexarlo en camisa. Pusole inmediatamen– te una mortaja blanca que havia mandado hacer con el titulo de la Caridad, y despues dio orden de que lo llevasen al suplicio acom– pañado del Cura y de dos Sacerdotes mas con una paciencia y re– signacion propia de quien ya tocaba los vestibulos de la eternidad. Puesto el Corregidor en el Patíbulo le hizo el tyrano que de– clarase publicamente haver dado merito para que le quitasen la vi– da de aquel modo. Sirvió de verdugo para esta atrocidad su pro– pio esclavo negro del Corregidor, y rotos los Cordeles, cayeron am– bos en tierra, pero lo suspendieron de nuevo con un cabresto de reata que se ls puso al cuello, y así se completó la execucion, a vista y tolerancia de toda su Provincia. No se oyó ni la menor voz que turbase la operacion; y lo que mas asombra es, que los mismos Co– bradores y allegados al Corregidor eran los que (¡o espectaculo el mas arrendo de perfidia!) aceleraban su paso al ignominioso supli– cio, y en el mismo cadalzo le tiraban los pies para que acabase con mayor violencia.

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