La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión
DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚP AC AMARU 295 duras, la silla le quitó el Alcalde Chalco de un Villena, y queda pa– ra cuando preguntase Vuestra Merced, antes él quitó un caballo de los Alcaldes casi perdiéndole el respeto, lo que no sé si le habrá en– tregado a Vuestra Merced. Y en este supuesto como he dicho es un sacre el dicho, que el tiempo le hará conocer a Vuestra Merced. Tuvo dos mulas y ese caballo, la una mató a balazos por yerro de cuenta, la otra queda aquí; su gurupanda recogí del poder del Alcalde Colque, que son sus mismos pitos, medias y cosas no de fun– damento que las tendré para cuando Vuestra Merced preguntase. Lleva la esquela que le escribió el difunto Don Andrés de que se cercionará Vuestra Merced lo mejor. Ya se enterraron los cuerpos, su hacienda no es otra cosa, sino sus chacras de maíz, su huertita, una casa de mala muerte, la que quemaron y de por si esta depositado; y la hacienda sin ningún re– paro, aunque dije al Señor Cura que enterrase para la cosecha que ofrecía dicha haciendita del difunto, porque estaba bien corrupto. Vuestra Merced verá lo que mejor le pareciere; me han dicho que del Cuzco se han guarnecido de bastantes soldados, no sé qué ver– dad sea; así mismo de Chumbivilcas; son noticias volantes. Los siervos del difunto Corregidor dicen que vieron por los tér– minos de Santo Tomás que un Torre de Acomayo puede darle no– ticia cuando le preguntase Vuestra Merced, se llama José Torre, y que han retrocedido hacia el Cuzco. Le suplico a Vuestra Merced; como mozo de mulas, me dicen que todas están en ese Santuario, porque el contra fierro se les conoce– rá; la que trajeron el día sábado, el macho castaño con su silla y una mula negra, una entrepelada, una baya la que no tenía fierro, porque recién la compré y ésa estaba ensillada con su carona de suela todo nuevo que los soldados saben muy bien, y con las dos que llevaron a Quiquijana son seis que en pie nos quedamos, sin tener en qué mover; el contrafierro es ésta: (Una D y una A enlazadas); la tordilla de antes no tenía fierro de esta suerte, porque fué em– prestada. En la otra le escribí a Vuestra Merced en que le previne que la gente con poco quería adelantarse, y para que fueran reprendidos en estos pueblos era preciso ordenase Vuestra Merced persona que con firma de Vuestra Merced, bajo de providencia, les notificase a que no hagan daño a ninguno, porque han estado destrozando obra-
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