La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión

DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚP AC AMARU 297 tados al amanecer del día diez y ocho del que corre, se vieron preo– cupados y no sin embarazo para evadir el aprieto. Ellos fueron confundidos, aterrados y deshechos; y no perdo– nando los traidores el sagrado del templo de aquelia Doctrina, aca– baron, con el fuego, a cuantos perdonó el golpe; todos perecieron a excepción de aquellos que se hicieron al partido del enemigo, cuyo número ignoramos, y aún no hay noticia segura de los muertos. La Real Junta ofrecerá a Vuecelencia en la individuación de esta tra– gedia, cuanto yo omito por no hacer abultado este informe. Es constante este lastimoso suceso: cuya suerte ha dado no so– lamente alas al enemigo, de un conseguido triunfo, sino deja los ánimos de estos vecinos en el mayor abatimiento, muchos se han se– parado, no sólo de nuestras armas, sino de la Ciudad, en unión de sus mujeres y familia; y a cada paso crece el desaliento, cuanto el número de los que desertan. Por instantes tenemos la sorpresa, que ciertamente se verificará logrando ver el Traidor la coligación con las demás provincias que eficazmente procura, y le están enteramente subordinadas las de Tin– ta y Quispicanchi. Yo pedí a Vuecelencia en mi antecedente in– forme el número de seiscientos hombres del modo que propuse; pe– ro hoy abiertamente siento ser necesarios muchos más, según la opre– sión en que nos ha puesto. El gravísimo daño que nos amenaza se deja ver en los mismos procedimientos del amotinado, ya se objeta el fin de la maliciosa de– fensa, así a los Indios, y sus torcidas intenciones al logro de la Co– rona, que imagina suya, no se esconden a todos los que conocen con la inmediación, como yo, estos naturales. Todos nos hallamos reducidos a la última miseria; sobre mi pas– toral cuidado recae todo el peso de la pena. Ya se presentan a mi compasión las vírgenes consagradas, en su clausura, a Jesucristo; ya los templos que son amenazados de profanación, ya los más habitan– tes honrados, o con un cuchillo al cuello, o con una perpetua infeli– cidad, que se les espera de futuro; y en suma la Religión entera– mente subvertida por un impío que no perdona aun lo sagrado. No sé a qué extremo incline mi desdicha, en unión constante de uno y otro clero: rendiremos la cerviz al acero llevados de nues– tro celo y amor a la Religión y al Soberano. Esto apura, a Vuecelencia, en inspección de todo, arbitre las más oportunas y prontas providencias al socorro de tamaña necesidad,

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