La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión

300 DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU hay oposicion en la Ciudad la menor, y no le costara alguna difi– cultad su ingreso y dominacion. El clero secular y regular, que tengo al arma, tambien flaquea sin embargo de mis frecuentes exhortaciones, ni es bastante a la opo– sicion, y nos vemos en la dura necesidad de combatir sin fruto, for– zosamente ha de rendirnos, si oportunamente no somos socorridos. La consternacion de la Junta de Guerra se acredita con haber pre– gonado ayer un indulto que comprende no solo el perdon a los alia– dos del Tirano, sino tambien de repartimientos, aduanas, alcabalas; como a mi no se me ha hecho saber esta resolucion, ignoro las fa– cultades y causas que hayan intervenido, si bien que este no me pa– rece remedio en el dia. Ya vera Vuestra Señoria Ilustrisima cuanto padecera mi animo en esta angustia que crece a proporcion de mi pastoral cuidado, y especial amor al Rey y a mi grey. Por otra parte tiene mi corazon con mayor congoja la reflexion de ver desechos, abolidos y despreciados los recomendables derechos de nuestro Soberano, sus intereses enteramente subvertidos y cuasi en terminas de proscribirse su Real nombre, que a costa de mi san– gre deseo y procuro mantener ileso. La Religion ya se deja com– prender lo que padezca. Un templo incendiado en los primeros ata– ques de una Rebelion, denota lo que se nos espera de futuro. Vues– tra Señoria Ilustrísima vea que esto se pierde si no viene el auxi– lio de esa Capital con -prontitud y presteza. Se asegura no bajaran de veinte mil los hasta aqui amotinados, y en consideracion del te– rreno que a cada momento gana el Sublevado se aumenta el nume– ro, cuanto mas se demorase el socorro. Yo creía en los primeros insultos ser bastantes seiscientos sol– dados bien disciplinados a contener este orgullo. Hoy, segun las pre– venciones, son necesarios muchísimos más para disipar la conspira– ción; ya digo en la que acompaña al Señor Virrey que ni hasta dos mil son suficientes. En este supuesto podra el celo de Vuestra Se– ñoria Ilustrísima arbitrar que no sepierda instante, a fin de subve– nir a tamaña urgencia, o lo que tuviese por mas conveniente, mien– tras yo suplico mis ruegos a la Divina Majestad para que aplaque sus iras, justamente movidas por nuestras culpas, a cuyo fin no ce– san las rogativas publicas, y he hecho publicar una mision para im– plorar la Divina Misericordia en tan terrible conflicto. Han sido muy pocos los que han demostrado su celo por el Real servicio, y entre estos quien le ha acreditado con distinguidas ven– tajas, y espíritu infatigable, ocurriendo tanto a las providencias de

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