La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión
DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU 319 que lo tiene animado el honroso espiritu y pericia militar de este caballero, quien luego que tuvo noticia de la congoja en que nos hallábamos, marcho a esta Ciudad con su tropa de provincia, hacien– do volver del camino las familias y personas que habían salido, a imitación perversa de Don Jose Andia y Don Andres Graz, pues pu– dieron escaparsele por su artificio y aceleracion. Este caballero que destino Dios, para consuelo de la Ciudad, ha puesto en algún tino el ejercicio militar y las funciones necesarias para el reparo, tales cuales pueden disponerse en un lugar de veci– nos tan inexpertos y pobres de armas. A este movil debemos cuanto se ve hoy de norte al consuelo, aunque sin otro socorro, solo podremos triunfar por un milagro. Considerando demasiado débil el Real Erario, sin embargo de no ha– ber tenido incitativa alguna por la Junta de Guerra, tuvo por con– veniente y necesario hacer presente al Estado Eclesiastico sus obli– gaciones de gratitud al Soberano, convocando para ello en mi casa a todos mis Canónigos, Curas y Prelados regulares, que prontamen– te concurrieron a la Asamblea; en ésta produje todo lo que me ins– piraban Dios y mi corazon reconocido a los beneficios del Rey. Híceles manifestacion de mis deseos y cortas facultades a los asistentes, acordandoles la condonacion que hice de las cuartas de Sede vacante, sin ejemplar, añadiendo los gastos de mi condicion y residencia de seis años en la ciudad de la Plata, con motivo del Con– cilio Provincial que acaba de celebrarse; y que no obstante la penu– ria en que me habían dejado tan crecidas esperanzas, ofrecia y apron– taba en servicio de Su Majestad, por mi parte, por los tres Monas– terios y del Colegio Seminario, doce mil pesos. El Padre Provincial de la Merced, sin estímulo alguno que le estrechase, a reserva de mi proposicion general, expuso con exten– sion los deberes de su Orden y los demás, recomendando las causas que superabundantemente debían impulsar las Comunidades Religio– sas, a demostrar su mayor franqueza y amor al Rey y a los intere– ses del Estado, concluyendo con la oferta de dos mil pesos, y en ca– so necesario la de toda la plata labrada de su Iglesia, sin reservar los vasos sagrados y fondos de su Provincia, en atención a las cali– dades que hacen la causa digna de mayor respeto y empeño de todo instituto sagrado. Con el parecer de este ejemplarisimo Prelado, y de cuyo meri– to en otra ocasion he dado a Vuestra Señoria Ilustrísima idea, se conformaron los demas Superiores, y prometieron a dos mil pesos
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