La rebelión de Túpac Amaru: la rebelión

DOCUMENTOS DE LA REBELIÓN DE TÚPAC AMARU 33 Misa que todos los días se decía a los niños; y a expensas suyas les explicaba otro la Doctrina Christiana todos los Lunes de Quaresma; en los cuales hacía a costa predicarse otro el santo Evangelio en la plaza pública, con el fin de que no faltase aquel pasto espiritual, ni se echasen menos estos exercicios que hacían los Expulsos: que to– das las semanas iba a visitar la Escuela, y Rezar el Rosario, y otras oraciones con los niños; habiendo logrado por estos medios, que no solo no hubiese decaecido la enseñanza de aquella Escuela, sino que se haya aumentado el numero de los que antes concurrían, pues pa– saban de seiscientos y treinta los niños que asistián. Igualmente consta tenia pendiente ante el Virrey instancia para fundar en el Colegio de Religiosos Mercedarios de la referida Ciu– dad de Arequipa una Universidad; y que para asegurar la dotacion de las Catedras de Teología Escolástica, y Moral, y de Derecho Ci– vil, y Canónico, había cedido solamente al Colegio la cantidad de veinte mil pesos, imponiéndolos a censo sobre una hacienda suya, con obligacion de pagar cada año mil pesos, importe de los regula– res réditos de cinco por ciento; cuya donacion era además de otras dos anteriormente hechas al mismo Colegio: la primera de una ha– cienda, que producía en arrendamiento doscientos pesos, que corres– ponden al capital de quatro mil; y la segunda de un censo de ocho– cientos pesos, de principal, y quarenta de réditos, que sobre otra ha– cienda pertenecía al mismo Eclesiastico D. Juan Manuel de Moscoso. Que con motivo de estos últimos hechos informó a S. M. el Ca– bildo Secular de Arequipa, con fecha seis de Junio de mil setecien– tos sesenta y ocho las apreciables circunstancias de este Eclesiasti– co, lo recomendable que por ellas, especialmente por su gran cari– dad, era a todo aquel vecindario, y lo digno que le consideraba de ser atendido. Que asimismo consta, que en el año de mil setecientos sesenta y siete hizo presente el expresado Reverendo Obispo D. Diego Sal– guero la imposibilidad en que por su abanzada edad, y graves ac– cidentes de su salud se hallaba de cumplir con las obligaciones de su pastoral ministerio, y especialmente con la de visitar su Dióce– sis, exponiendo la urgente necesidad de que se le nombrase un Au– xiliar, y proponiendo a este fin al referido Arcediano D. Juan Ma– nuel de Moscoso, en atencion a sus apreciables calidad (que por me– nor refirió), de nacimiento, literatura, buenas costumbres, caridad con los pobres, y propension a cuanto era de beneficio público.

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